Page 509 - El nuevo zar
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cualquiera y, por lo tanto, los domesticaba a todos. En el caso de Bilalov, la
               preocupación de Putin tenía menos que ver con confrontar la corrupción que
               con enviar una advertencia muy pública a aquellos involucrados en su sueño
               olímpico de que más les valía terminar en el plazo acordado. Cuando visitó la

               pista de salto de esquí otra vez en diciembre, esta vez con Gref presente, la
               obra  estaba  terminada,  aunque  finalmente  con  una  gran  pérdida  para  el

               balance de Sberbank.[9]





               El 23 de junio de 2013, un vuelo de Aeroflot desde Hong Kong aterrizó en

               Moscú con lo que Putin llamaría con sorna un «gran regalo de Navidad para
               nosotros».  A  bordo  iba  Edward  Snowden,  el  joven  y  profundamente
               desilusionado  colaborador  externo  de  la  CIA  que  había  entregado  a  The

               Guardian y The Washington Post decenas de miles de documentos altamente
               confidenciales  que  detallaban  la  vigilancia  generalizada  que  llevaba  a  cabo
               Estados  Unidos  sobre  teléfonos  y  redes  informáticas,  con  frecuencia  en

               colaboración  con  sus  aliados  Canadá,  Gran  Bretaña,  Australia  y  Nueva
               Zelanda. Buscado por Estados Unidos por acusaciones de espionaje después
               de sus divulgaciones, Snowden se escabulló de Hong Kong tras reunirse allí

               con  funcionarios  en  el  consulado  ruso,  acompañado  por  un  abogado  de
               WikiLeaks.  Snowden  solo  había  querido  cambiar  de  avión  en  Moscú  para
               volar hasta Cuba, pero el Departamento de Estado anuló su pasaporte en un

               intento de interrumpir su vuelo. La jugada tuvo resultados adversos cuando
               los chinos le permitieron partir hacia Moscú de todos modos. Cuando llegó al
               aeropuerto de Sheremétievo, se encontraba efectivamente varado sin papeles.

               En consecuencia, pasó las siguientes cinco semanas en un limbo diplomático
               y, presumiblemente, bajo la estrecha vigilancia del FSB.

                    En Washington, los funcionarios entraron en pánico. Rogaron a Rusia que

               lo  subiera  a  un  avión  hacia  Estados  Unidos,  mientras  en  privado  se
               inquietaban sobre el grave riesgo de que Snowden compartiera incluso más de
               lo  que  sabía  con  los  rusos.  Putin  parecía  disfrutar  de  la  oportunidad

               inesperada de reprender a los estadounidenses. Snowden no había cometido
               ningún delito en suelo ruso, dijo durante una visita a Finlandia dos días más
               tarde, con lo que reconoció la presencia de Snowden en la sala de espera del

               aeropuerto.  Snowden  era  un  defensor  de  los  derechos  humanos  que  «lucha
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