Page 513 - El nuevo zar
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la defensa de la represión brutal de Al Asad, pero ahora otros líderes se
unieron a él en la insistencia de que cualquier intervención requiriera de la
autorización del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, donde Putin
conservaba la ventaja del veto ruso. Incluso el papa Francisco envió una carta
a Putin en la que instaba a los líderes «a dejar a un lado la búsqueda fútil de
una solución militar».[14]
Un mes después de anular enfáticamente sus planes para reunirse por
separado con Putin, Obama ahora se lo llevó a un aparte en el Palacio de
Constantino durante el G20 y los dos se sentaron en sillones, acompañados
solo por sus traductores. Allí Putin expuso una propuesta para obligar a Siria
a eliminar su arsenal químico bajo inspección internacional, y Obama estuvo
de acuerdo. Cuando la idea se hizo pública, el escaso apoyo que había
existido para otra intervención militar liderada por Estados Unidos se
evaporó.
Putin, que había sido vilipendiado por sus medidas de mano dura después
de su reelección, ahora era visto como un héroe que había evitado una
escalada potencialmente peligrosa de la guerra. Incluso mientras Obama
continuaba buscando la aprobación del Congreso para una potencial acción
militar —en parte para mantener la presión sobre el Gobierno de Al Asad a
fin de que cumpliera con las inspecciones—, Putin redactó un artículo que la
firma estadounidense de relaciones públicas del Kremlin, Ketchum, logró
colocar en The New York Times el 12 de septiembre. En su artículo, argüía que
era Estados Unidos el que amenazaba al orden internacional establecido
después de la Gran Guerra Patriótica. Sus intervenciones en Afganistán, Irak
y Libia habían demostrado ser «inefectivas y sin sentido». Rusia no quería
proteger al régimen de Al Asad más que al derecho internacional. Solo el
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas podía autorizar el uso de la fuerza
contra otro país. Un ataque estadounidense contra Siria, u otro, «constituiría
un acto de agresión», argumentaba. Concluía discutiendo la afirmación de
«una excepcionalidad estadounidense», pronunciada por Obama en un
discurso televisado a toda la nación en que explicaba su decisión de no
bombardear Siria, después de todo. «Es extremadamente peligroso alentar a
las personas a considerarse con facultades excepcionales, fuera cual fuese su
motivación —escribió Putin—. De hecho —concluía—, todos somos
diferentes, pero, cuando pedimos la bendición de Dios, no debemos olvidar
que Dios nos creó iguales.»[15] El artículo —y su tono sermoneador, su