Page 518 - El nuevo zar
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Europa.  En  agosto,  Rusia  prácticamente  detuvo  todo  el  tráfico  comercial
               fronterizo con Ucrania haciendo cumplir con celo extremo las regulaciones
               aduaneras de Rusia con Bielorrusia y Kazajistán. Era una forma muy pública
               de marcar que el futuro económico de Ucrania sería mucho más fácil si se

               unía a la unión de Rusia, no a la de Europa. El enviado especial de Putin en
               Ucrania, el antiguo «contendiente» presidencial Serguéi Gláziev, viajó a Yalta

               en  septiembre  y  advirtió  en  una  conferencia  que  el  abrazo  de  Ucrania  a
               Europa equivaldría a un suicidio. «Firmar ese tratado —dijo, ominosamente
               —  llevará  a  un  malestar  político  y  social.»[20]  Luego  proporcionó  a
               Yanukóvich una traducción al ruso de mil páginas del acuerdo de la Unión

               Europea  (que,  evidentemente,  los  ucranianos  no  habían  traducido)  y  le
               advirtió  que  adoptarlo  significaría  que  Rusia  iba  a  tener  que  cerrar  sus

               fronteras para evitar la entrada de artículos europeos.

                    Se  dijo  que  a  Putin  le  desagradaba  Yanukóvich,  un  líder  de  imponente
               presencia física pero sin escrúpulos, y que sentía que lo estaba traicionando al

               coquetear con los europeos. Putin volvió a reunirse con él a finales de octubre
               y, de nuevo, a principios de noviembre, y explicó gélidamente que un acuerdo
               con la Unión Europea le costaría caro a Ucrania. Las pérdidas que ya estaba
               acusando debido al cumplimiento de las regulaciones aduaneras palidecerían

               en comparación con los miles de millones de dólares de daño económico que
               el  país  sufriría  a  partir  de  las  nuevas  barreras  arancelarias  para  proteger  el

               mercado ruso y el aumento en el precio del gas natural.

                    Después de la última de esas reuniones, los negociadores de Yanukóvich
               en Europa notaron un cambio en su comportamiento. Sospecharon que Putin

               había  amenazado  con  algo  más  que  un  daño  económico  y  que  le  había
               planteado un kompromat que no querría que se hiciera público. La venalidad
               de Yanukóvich —los acuerdos privilegiados que lo habían enriquecido a él, a
               su  familia  y  a  sus  asociados  comerciales  más  cercanos—  ciertamente  lo

               volvían vulnerable. No fue chantaje, insistió más adelante un alto asesor del
               Kremlin, sino un análisis sobrio de cuán profundamente se entrelazaban las

               economías de los dos países. En sus reuniones con los europeos, Yanukóvich
               ahora  insistió  en  que  Ucrania  iba  a  perder  160.000  millones  de  dólares  en
               comercio  con  Rusia  y  por  los  precios  más  altos  de  energía,  una  cifra
               improbable que casi igualaba el producto interior bruto del país.[21] Era un

               ardid último y desesperado de Yanukóvich para persuadir a los europeos de
               endulzar su oferta, pero los europeos se negaron. Putin había triunfado.
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