Page 522 - El nuevo zar
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Guerra  Fría  y  las  víctimas  de  las  divisiones  simbolizadas  por  el  Muro  de
               Berlín.  Más  gris,  con  la  cabeza  rapada,  Jodorkovski  tenía  el  aspecto  de
               alguien  que  hubiera  entrado,  «viniendo  del  frío  y  la  oscuridad,  a  una
               habitación  muy  iluminada  y  con  calefacción»,  escribió  un  periodista  que

               estaba  allí,  Arkadi  Ostrovski.  Jodorkovski,  que  había  pasado  tanto  de  su
               tiempo en prisión leyendo y escribiendo, no sonaba ni decaído ni amargado.

               [23] «En todos estos años, todas las decisiones acerca de mí las ha tomado
               otro  hombre:  Vladímir  Vladímirovich  Putin.  De  modo  que  es  difícil  decir
               ahora que estoy agradecido. He pensado bastante sobre qué palabras podrían
               expresar lo que pienso. Estoy feliz por su decisión: creo que es eso.» Como

               condición  para  su  liberación,  había  aceptado  no  involucrarse  en  política
               durante un año, aunque prometió mantenerse activo en el forjamiento de una

               sociedad civil en Rusia, desde la distancia.

                    «El problema de Rusia no es solo el presidente como persona —dijo—. El
               problema es que la gran mayoría de nuestros ciudadanos no entienden que

               deben ser responsables de su propio destino. Están muy contentos de delegar
               esta responsabilidad en, por ejemplo, Vladímir Vladímirovich Putin, y luego
               se  la  confiarán  a  otra  persona,  y  creo  que,  para  un  país  tan  grande  como
               Rusia, este camino conduce a un callejón sin salida.»


                    La liberación de Jodorkovski tenía el fin de simbolizar menos la expulsión
               de  un  disidente  que  un  acto  de  misericordia,  la  benevolencia  de  un  zar.  A
               muchos, incluidos Jodorkovski y las mujeres de Pussy Riot, las amnistías les

               parecieron un intento del Kremlin por suavizar la crítica internacional antes
               de los Juegos Olímpicos de Sochi, para los que faltaban menos de dos meses.

               La  presión  ejercida  por  Putin  en  Ucrania,  el  fortalecimiento  de  las  leyes
               contra opositores políticos, la legislación y las declaraciones homofóbicas de
               algunos  legisladores  y  funcionarios,  los  preparativos  escandalosamente
               costosos  de  las  instalaciones  en  Sochi  y  las  operaciones  punitivas

               antiterroristas  en  el  Cáucaso  como  preámbulo  de  los  Juegos:  todo  se
               encontraba  bajo  un  asedio  fulminante.  Líderes  mundiales,  incluidos  Barack

               Obama, Angela Merkel y David Cameron, dejaron claro que no asistirían a
               los Juegos, no fuera que su presencia fuera interpretada como un apoyo al
               Gobierno de Putin. Pulir la imagen de Rusia era ciertamente parte del motivo
               que subyacía a las acciones de Putin. Sus acciones también demostraban su

               poder singular para doblar las ramas del poder a su voluntad. Otros países
               sucumbirían también a ese poder. Putin concedió las amnistías de la misma
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