Page 527 - El nuevo zar
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cuyo retrato de Putin había determinado que cesaran la emisión de su
programa de títeres Kukli en 2000, reflexionaba sobre el orgullo que sintió en
Rusia durante los Juegos Olímpicos, preocupado de que impulsos así pudieran
realzar o incluso incentivar el poder de Putin. Se preguntaba si un crítico
como él podía vitorear sin culpa a los equipos rusos, cuya primera medalla de
oro en patinaje artístico en equipo llegó tras una deslumbrante actuación (y
una votación cuestionable de los jueces) de una competidora de quince años,
Yulia Lipnítskaia. La columna de Shenderóvich explicaba que él también
había disfrutado de «la chica de los patines», pero recordó a los lectores el
entusiasmo de Alemania por Hans Wölke, una estrella en los Juegos
Olímpicos de 1936 en Berlín: «Un tipo sonriente, un hombre apuesto, que
simbolizaba la juventud de la nueva Alemania. No obstante, algo nos impide
disfrutar su victoria hoy».[25]
No explicó el destino de Wölke explícitamente, sino que mencionó
Dachau y el bombardeo de Coventry, el asedio de Leningrado y una masacre
menos conocida en Katin, cerca de Minsk, la capital de lo que hoy es
Bielorrusia. Todo el pueblo fue brutalmente asesinado en 1943 en represalia
por un ataque partisano a un convoy del 118º Batallón de Policía Auxiliar de
los nazis. Wölke, uno de los oficiales del batallón, había muerto en el ataque.
La masacre nazi fue un infame crimen de guerra que la Unión Soviética
publicitó y que los lectores de Shenderóvich ciertamente recordarían. «No fue
culpa de Hans, por supuesto —escribió—, pero resultó ser que él hizo su
aporte.» Shenderóvich trataba de ser proactivo —quizás en exceso—, pero su
alusión a los nazis provocó furiosas reacciones adversas en un momento en
que Rusia retrataba las protestas callejeras en Ucrania como nada menos que
un levantamiento de neonazis. La reacción fue rauda y salvaje. Shenderóvich
fue condenado en la prensa gráfica y en antena; el día después de la aparición
de su columna, el canal Rosiya transmitió cortes de un vídeo de él
masturbándose en una cama junto a una mujer que no era su esposa.[26] Unas
semanas más tarde, la página web del periódico fue cerrada, junto con los
portales de la oposición grani.ru y kasparov.ru. El Kremlin, que alguna vez
había sido mayormente indiferente al ethos permisivo de internet, había
llegado a comprender la amenaza que suponía; había ajustado las tuercas con
regulaciones contra la difusión del «extremismo» y ahora las invocaba con
más vigor que nunca en la era Putin. Las medidas enérgicas contra el disenso
—una campaña de denuncias tan exagerada que solo podía haber sido