Page 531 - El nuevo zar
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elecciones y que ordenaría la retirada de la policía antidisturbios de las
barricadas humeantes próximas a la oficina presidencial. En la mente de
Putin, eso equivalía a una abdicación humillante, un signo peligroso de
debilidad frente a las masas.
«Vas a tener anarquía —dijo Putin que le contestó a Yanukóvich—. Va a
haber caos en la capital.»
De todos modos, Yanukóvich aceptó el acuerdo europeo, que fue
anunciado a las dos de la tarde del 21 de febrero. Al finalizar esa tarde, los
aliados políticos de Yanukóvich habían comenzado a abandonarlo, y su
autoridad sobre la policía y las tropas nacionales se disipó en medio de
informes verosímiles de que una provisión de armas robadas de comisarías de
policía en Ucrania occidental iba camino de la capital.[2] Tras emitir un
comunicado de felicitación al equipo de relevos de biatlón femenino por
ganar la primera medalla de oro del país en Sochi, Yanukóvich huyó de la
capital. Voló primero a Ucrania oriental y luego a Crimea antes de finalmente
ser convocado en secreto a refugiarse en el sur de Rusia, en una operación
especial que Putin ordenó el 23 de febrero, tras reunirse toda la noche con sus
asesores.[3] Tras la salida de Yanukóvich, el acuerdo al que se había llegado
para poner fin a las luchas se desmarañó antes de que siquiera entrara en
vigor. El Parlamento de Ucrania, habiendo roto con Yanukóvich los leales a
él, sin demora votó por «acusarlo de prevaricación y destituirlo» en un
procedimiento de dudosa legalidad. Los diputados entonces eligieron un
nuevo liderazgo parlamentario y designaron a un presidente interino hasta que
pudieran celebrarse nuevas elecciones. Uno de los primeros actos del
reconfigurado Parlamento fue hacer del ucraniano el idioma oficial y dar
marcha atrás con una ley anterior sancionada por el gobierno de Yanukóvich
que también reconocía la lengua rusa. El nuevo presidente interino, Oleksandr
Turchinov, bloqueó la propuesta, pero no antes de que esta exacerbara la
división étnica en Ucrania, una división que nunca había sido zanjada por
completo en casi un cuarto de siglo de independencia. En Moscú, los sucesos
en Kiev confirmaron los peores temores de Putin: lo que estaba sucediendo no
era un levantamiento popular contra un líder débil y desacreditado, sino una
revolución de la que se apropiaron nacionalistas y radicales ucranianos a los
que comparó con el guardia de asalto nazi Ernst Röhm y respaldada por los
enemigos de Rusia, los europeos y los estadounidenses.[4]