Page 529 - El nuevo zar
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NUESTRA RUSIA
Putin no esperaba la crisis que explotó antes de que terminaran los Juegos
Olímpicos en Sochi. Aun cuando pudo haberla previsto seis años antes
cuando le advirtió al presidente George Bush que la OTAN no debía
considerar la pertenencia como Estado miembro de Ucrania, aun cuando
había ordenado una reorganización de las fuerzas convencionales de Rusia
para atender las dificultades expuestas por la guerra en Georgia en 2008, y
aun cuando él y sus asesores habían seguido cuidadosamente las convulsiones
políticas en Kiev causadas por la negativa a unirse a la Unión Europea, Putin
no había pensado llevar a la guerra a su país. Ni tampoco había preparado al
país para eso. No consultó a los diplomáticos del país o a sus comandantes
militares, mucho menos a sus legisladores electos, quienes ya no tenían
ninguna influencia sobre la forma en que él gobernaba.
En la noche del 18 de febrero, las protestas callejeras en Kiev, que habían
menguado tras el rescate financiero de Putin por 15.000 millones de dólares
en ayuda de la convulsionada economía de Yanukóvich, entraron en erupción
en una orgía de fuego y violencia mientras la policía antidisturbios intentaba
despejar las calles alrededor de la plaza de la Independencia. Para el final de
la noche, más de una veintena de personas habían muerto, la mayoría
manifestantes, pero también algunos oficiales de policía. Para el amanecer del
día siguiente, en el centro de la ciudad había una guerra abierta, con tiroteos
cruzados entre la policía y los manifestantes. El número de víctimas pronto
escaló a más de cien: el peor hecho de violencia en la ciudad desde la Gran
Guerra Patriótica. Los informes que se le filtraban a Putin en el Kremlin —y,