Page 535 - El nuevo zar
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paranoia que inyectaba el círculo más cercano de asesores de Putin.

                    «Bajo  la  influencia  de  países  occidentales,  existen  actos  abiertos  de
               terrorismo y violencia. Se está persiguiendo a las personas por su idioma e
               inclinación  política.  De  modo  que,  en  consideración  de  esto,  llamo  al

               presidente  de  Rusia,  el  señor  Putin,  a  utilizar  las  fuerzas  armadas  de  la
               Federación de Rusia para establecer la legitimidad, la paz, la ley y el orden, la
               estabilidad, y para defender al pueblo de Ucrania.»[5]






               El día que presionó a Yanukóvich para que firmara la carta, Putin mantuvo
               una  serie  de  conversaciones  telefónicas  con  líderes  mundiales  que  se

               esforzaban  por  entender  lo  que  estaba  sucediendo  exactamente.  La
               comunicación crucial fue con Angela Merkel. Apenas dos días antes, le había

               dicho que no había tropas rusas en Crimea, pero ahora reconoció que sí había
               —algo que ningún funcionario ruso admitiría públicamente hasta que Putin lo
               hizo  en  abril,  seis  semanas  después  del  hecho—.[6]  Putin  repitió  sus
               advertencias de que los rusos étnicos sufrían violencia en Ucrania, lo cual lo

               obligaba a actuar. Merkel, la líder que seguía siendo la mejor interlocutora de
               Putin en el continente, ahora se volvió bruscamente en su contra. Llamó por

               teléfono a Barack Obama, incluso mientras este se encontraba al teléfono con
               Putin, y, cuando hablaron, ella abandonó su enfoque cauteloso respecto de la
               crisis y tomó una posición mucho más dura. Estados Unidos, seguido pronto
               por la Unión Europea y otros miembros del G8, advirtieron a Rusia que se

               arriesgaba a perder su posición internacional y recibir sanciones devastadoras
               si seguía presionando con su reclamo territorial sobre Crimea.

                    La estrategia de Putin a esa altura se desarrolló caprichosamente e incluso

               sorprendió a sus subalternos con la guardia baja. Estaba tomando decisiones
               solo y de forma improvisada. Tras asistir de forma llamativa a los repentinos

               ejercicios militares en la zona de Kirilovski, al norte de Moscú, Putin regresó
               a la capital el 4 de marzo y, por primera vez, habló públicamente acerca de la
               crisis que había atenazado a Ucrania —y al mundo— durante las dos semanas
               anteriores.  Se  reunió  con  un  pequeño  grupo  de  periodistas  del  Kremlin  en

               Novo-Ogariovo.  A  diferencia  de  sus  orquestadas  conferencias  de  prensa
               anuales, esta fue organizada deprisa y corriendo, e incluso Putin parecía mal

               preparado.  Sus  respuestas  eran  confusas  y,  por  momentos,  contradictorias.
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