Page 538 - El nuevo zar
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y, como en la juventud, cantaremos.





               La  última  nación  en  anexar  el  territorio  de  otra  había  sido  Irak,  en  1990,

               cuando los ejércitos de Sadam Huseín se internaron en Kuwait. La invasión,
               ocupación  y  anexión  por  parte  de  Irak  provocó  la  condena  universal  y,  en

               última instancia, la formación de una coalición militar liderada por Estados
               Unidos que, bajo los auspicios de las Naciones Unidas y sin objeción de la
               Unión  Soviética,  expulsó  a  los  iraquíes  apenas  siete  meses  después.  Putin

               entendía  eso;  conocía  los  riesgos  que  corría  al  ocupar  territorio  extranjero.
               Incluso en 2008, con el golpe de Rusia a Georgia, Osetia del Sur y Abjasia
               eran territorios disputados y patrullados por las fuerzas de pacificación rusas y

               bajo ataque de las fuerzas militares georgianas. Sin embargo, Crimea era una
               parte indisputable de Ucrania y no se enfrentaba con ninguna amenaza militar
               o de seguridad. En cuestión de días, Putin no solo había violado la soberanía

               de una nación vecina; también había torcido lo que muchos habían dado por
               sentado que era inmutable: el orden post-Guerra Fría que se había enraizado
               después  de  la  violenta  partición  de  Yugoslavia  en  la  década  de  1990,  una

               división que muchos europeos esperaron que pudiera abrir paso a una era de
               cooperación  e  integración  pacífica  tras  el  derramamiento  de  sangre  del
               siglo XX. Hasta Putin había defendido eso mismo de forma reiterada y había

               condenado el uso unilateral de la fuerza por parte de Estados Unidos y sus
               aliados como una amenaza al sistema internacional que protegía los derechos

               de las naciones soberanas de cualquier ataque. Había argüido exactamente eso
               unos  meses  antes,  cuando  Barack  Obama  discutió  sobre  un  golpe  militar
               contra Siria por su uso de armas químicas.


                    Putin entendía cuál sería la reacción a la anexión, pero también calculó
               que el mundo no se atrevería a actuar como había hecho contra Sadam Huseín
               en 1990. Irak era entonces una nación débil, pero Rusia era una superpotencia
               resurgente. Occidente no actuaría contra Rusia —ciertamente, no en nombre

               de Ucrania—, como no había actuado en 2008 para preservar la integridad
               regional de Georgia. Rusia ya no era una Unión Soviética debilitada en su

               ocaso,  y  Putin  ahora  estaba  preparado  para  actuar  en  lo  que  él  y  solo  él
               consideraba el interés nacional del país. Tomó Crimea de manos de Ucrania
               porque podía, porque creía que una superpotencia tenía la autoridad legal y
               moral  de  hacerlo,  tal  como  Estados  Unidos  había  hecho  desde  el  fin  de  la
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