Page 490 - El nuevo zar
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perdió la compostura ante la hostilidad inesperada de las preguntas y, en un
momento, respondió con enfado que era Estados Unidos el que había sido
indiferente al abuso de niños rusos en adopción. Denunció que los
funcionarios estadounidenses habían rechazado indagaciones por parte de
diplomáticos rusos que investigaban circunstancias en que niños rusos habían
sido víctimas de abuso.
«¿Crees que eso es normal? —se enfureció con un reportero—. ¿Cómo
puede ser normal cuando te humillan? ¿Te parece bien? ¿Eres masoquista?»
Una semana después, a pesar de la inusual efusión de protestas en el país,
Putin promulgó con su firma la prohibición de las adopciones.
El cumpleaños número sesenta de Putin, el 7 de octubre de 2012, fue
celebrado en toda la nación como un culto a la personalidad, algo que él
siempre había dicho que le resultaba desagradable. Ya no, parecía. En los días
previos, se realizó una exhibición de pintura en Moscú titulada, sin ironía,
«Putin: el hombre más generoso del mundo». Un grupo afiliado a Rusia
Unida produjo un vídeo de cuatro minutos, con carga sexual, donde se veía a
mujeres bonitas recreando sus más famosas hazañas: desde montar a caballo
en las montañas hasta volar en un avión de combate o conducir un Lada
amarillo en Siberia. Hubo lecturas de poesía y concursos de redacción para
estudiantes. El hito tenía especial resonancia política en la historia soviética,
donde el destino del líder y el país parecían inexorablemente entrelazados. El
sexagésimo cumpleaños de Stalin, en 1939, había recibido el tratamiento de
festivo nacional, y acabó eclipsando la Guerra de Invierno con Finlandia.
Recibió la medalla de la Orden de Lenin. Adolf Hitler incluso envió un
telegrama con sus mejores deseos «para el futuro próspero de los pueblos de
la amistosa Unión Soviética». Nikita Jrushchov recibió el mismo premio en
su sexagésimo cumpleaños, en 1954, mientras que Leonid Brézhnev recibió el
honor de Héroe de la Unión Soviética.
El sexagésimo natalicio de Putin llegó sin medallas, y hubo algo fingido
en la fanfarria. A pesar de la adulación oficial, había una sensación intangible
de agitación, tanto entre sus simpatizantes como entre sus detractores, una
toma de conciencia de su edad y mortalidad, una sensación de que se había
vuelto indispensable, pero que nadie podía serlo por siempre. En septiembre,