Page 553 - El nuevo zar
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como otros en el país y en el exterior, se esforzaba por entender. «En términos
de fortalecimiento de su régimen, Putin ha ganado —dijo con un aire de
resignación—. En términos de los intereses estratégicos de Rusia, hemos
perdido.»[24]
Boris Nemtsov, que logró ser electo para la asamblea regional en
Yaroslavl, también siguió haciendo campaña en contra de Putin, confiando en
la inmunidad jurídica que su escaño legislativo le proporcionaba como
medida de protección. Condenaba la guerra en publicaciones en Facebook y
Twitter, en que describía a Putin como un espíritu maligno que necesitaba
sangre para sobrevivir. Y, sin embargo, también él reconoció que Putin
parecía resistente al creciente cuerpo de evidencia de que había rusos
combatiendo y muriendo en Ucrania. Se quejaba de que las sanciones
internacionales y el aislamiento diplomático eran tibios. Quería esfuerzos
internacionales más fuertes que pusieran fin al régimen de Putin, no que
negociaran con él. «No está aislado —dijo Nemtsov—. Habla con Merkel.
Habla con todos.» Nemtsov continuaba impertérrito, recopilando pruebas para
otro de sus panfletos, como los que había escrito sobre Gazprom, sobre la
corrupción, sobre Sochi. Esta vez documentaría el involucramiento ruso en el
combate en Ucrania oriental —por orden de Putin— e intentaría despertar la
conciencia pública de los rusos respecto de los crímenes que se estaban
cometiendo. Lo llamaría, simplemente, «Putin. Guerra». Nunca lo terminaría,
no obstante.[25] Una noche en febrero de 2015, lo mataron de un disparo
mientras caminaba por un puente que partía de la plaza Roja. Murió a la vista
del Kremlin y su muerte, como la de Politkóvskaia en 2006, sería la de una
víctima de una guerra mayor. No fue un acto fortuito de violencia, sino un
asesinato altamente organizado y llevado a cabo en medio de uno de los
lugares más custodiados del planeta. El crimen fue vinculado con asesinos de
Chechenia, algunos supuestamente cercanos a Ramzán Kadírov, el hombre en
quien Putin había confiado para restablecer el control sobre una región que
una vez había amenazado con liberarse de Rusia, pero cuyo Gobierno brutal
ahora operaba sin restricciones. El portavoz infatigable de Putin, Dmitri
Peskov, hizo saber que Putin estaba conmocionado por la tragedia, pero
también que la influencia de Nemtsov no había sido grande. Al igual que con
el asesinato de Politkóvskaia —o el de Aleksandr Litvinenko o el de Serguéi
Magnitski—, era posible que Putin no hubiese estado personalmente
involucrado o al tanto, como insistieron sus simpatizantes. No obstante, para