Page 554 - El nuevo zar
P. 554
entonces era difícil argüir que su época no estaba bañada por la sangre de sus
más severos detractores.
El 31 de julio de 2014, algunos de los hombres más ricos de Rusia se
reunieron en Moscú en las oficinas centrales de la federación de fútbol rusa
para tratar una consecuencia inesperada de la anexión de Crimea por Putin.
Entre ellos, se encontraban los funcionarios de la federación, así como los
propietarios de los equipos profesionales más destacados: Serguéi Galitski,
propietario de una cadena de supermercados y del club de fútbol Krasnodar;
Suleimán Kerímov, el magnate propietario de Anzhí Majachkalá, en
Daguestán; y Vladímir Yakunin, cuya Ferrocarriles Rusos patrocinaba a
Lokomotiv Moscú. El orden del día incluía una votación por parte del comité
ejecutivo de la fundación sobre la inclusión de los tres clubes de Crimea en la
liga rusa, y los allí reunidos tenías ciertas reservas respecto del riesgo de
sanciones que pudiesen extenderse a ellos y sus clubes. Podían prohibirles
viajar a Occidente y quedar expulsados de los torneos en Europa. «No tengo
duda de que todos vamos a sufrir sanciones», se quejó Galitski, de acuerdo
con una transcripción de ese malhumorado intercambio, que fue grabado
subrepticiamente y filtrado al periódico Nóvaia Gazeta.[26] Galitski expresó
frustración con relación a que todo lo que había construido durante el último
cuarto de siglo —una cadena de tiendas llamada Magnit, que empleaba a
doscientas cincuenta mil personas y tenía un valor de 30.000 millones de
dólares— pudiese perderse. Otros en la sala de conferencias del comité
compartieron con él su preocupación, así como su temor de contrariar al
«director ejecutivo». Galitski y los otros claramente esperaban evitar tener
que votar y debatían enrevesadamente si era necesario hacerlo y si una
declaración del ministro de Deportes, Vitali Mutkó, podía equivaler a la
palabra de Putin mismo. Nadie quería que su voto quedara registrado, como
insistía el jefe de la unión, ni arriesgarse a desobedecer a Putin y no votar.
«Es obvio que estoy preparado para sufrir», dijo, pero lo haría solo si «el
director ejecutivo» esclarecía su decisión al respecto. «Solo entonces estaría
preparado para echar a perder lo que construí durante veinticinco años»,
declaró Galitski.
Cuando el presidente y copropietario de CSKA Moscú, Yevgueni Guíner,