Page 551 - El nuevo zar
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central, Serguéi Aleksashenko; y uno de los subalternos de Alekséi Navalni
que trabajó en su campaña anticorrupción, Vladímir Askurov, que recibió
asilo político en Gran Bretaña. Pável Dúrov, el creador de la versión rusa de
Facebook, llamada VKontakte, y un ejemplo de la nueva generación dinámica
de rusos, vendió lo que conservaba de participación en la compañía y se fue
del país, y más adelante dijo: «Dado que soy, obviamente, un creyente en los
mercados libres, es difícil para mí entender el rumbo actual del país».[21]
Boris Berezovski, el hombre que decía ser el progenitor de Putin y que se
termino convirtiendo en su peor enemigo, murió en las afueras de Londres en
2013, presumiblemente por suicidio, colgado de una cuerda en su baño. Como
siempre que Berezovski estuviera involucrado, la sospecha de una maldad
mayor en el fin de su vida nunca se disipó del todo. Mijaíl Jodorkovski, que
había sido amnistiado por Putin en el invierno de 2013, se mudó a Suiza y
reabrió su Open Russia una vez más para promover la democracia en Rusia.
Se ofreció como líder potencial de un Gobierno provisional que pudiera un
día servir como transición hacia una nueva Rusia, pero no se atrevió a
regresar a su país.
En casa, quienes desafiaban el relato del Kremlin sobre Ucrania eran
apartados. Un historiador destacado, Andréi Zúbov, fue despedido de su
puesto en el Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú por
comparar la anexión de Crimea con el Anschluss de Hitler en Austria en 1938,
un suceso, observó, que fue seguido de una guerra y, finalmente, de la caída
del Tercer Reich. «Amigos —imploró en Vedomosti—, la historia se
repite.»[22] Su exclusión fue tan rauda y severa como la del satírico Víktor
Shenderóvich cuando lamentó el oro de una patinadora en los Juegos
Olímpicos. El editor fundador de Vedomosti, Leonid Bershidski, anunció su
propio exilio en la columna de un periódico no mucho después y habló por
una generación de intelectuales que consideraba que la Rusia de Putin ya no
era compatible con las libertades relativas a las que se habían acostumbrado.
Escribió en The Moscow Times que no era una rata asustada abandonando el
hundimiento del barco ruso.
«Más bien soy un navegante que, viendo que el capitán ha cambiado el
rumbo hacia un puerto de mala reputación (con su intención resonando por
los altavoces), con calma y sin entrar en pánico baja los botes salvavidas y
comienza a remar rumbo al puerto hacia el que todos nos habíamos
embarcado en un principio.»[23]