Page 91 - El nuevo zar
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ese entonces. Los críticos de Sobchak y otros le advirtieron a Putin que su
               trasfondo aún secreto en el KGB, una vez expuesto, podía ser utilizado en su
               contra o la del alcalde, y él creyó que revelar el dato él mismo suavizaría todo
               el  asunto.  Quizás  Shadjan  se  prestó  a  ello  más  de  lo  que  había  esperado.

               Porque era un «esclavo de la metáfora», filmó al joven consejero del alcalde
               conduciendo su Volga y agregó a la escena una sonata en piano de Diecisiete

               instantes  de  una  primavera,  una  querida  miniserie  de  televisión  de  1973
               basada en una novela escrita, como El escudo y la espada, con la cooperación
               del KGB.[6] Su héroe era un doble agente en la Alemania nazi llamado Max
               Otto von Stirlitz, y la serie era otra de las historias de suspenso y espías de la

               era soviética que Putin adoraba.[7] No obstante, cuando Shadjan le preguntó
               frente a cámara acerca de su vocación, Putin sonó a la defensiva y petulante.

                    —Parece que no podemos dejar el tema —dijo Putin.


                    —Pero seguramente estará de acuerdo en que uno no conoce un oficial de
               inteligencia  todos  los  días…,  bueno,  al  menos,  uno  que  admita  serlo  —
               contestó Shadjan.


                    —Nunca  se  sabe  —dijo  Putin  en  forma  críptica—.  Quizás  se  cruce
               algunos con frecuencia. Ellos lo saben, y usted, no.[8]

                    Su  revelación  continuó  con  una  larga  entrevista  publicada  el  25  de

               noviembre en el periódico Chas Pik [Hora pico].[9] No borró su pasado, pero
               quería  separar  su  carrera  de  los  crímenes  del  KGB,  de  las  cruzadas
               despiadadas  contra  disidentes  y  el  fallido  golpe  de  Estado.  Le  dijo  al
               entrevistador que el KGB se había convertido en «un monstruo» que ya no

               llevaba a cabo las «tareas para las que fue creado», es decir, la protección del
               Estado  contra  enemigos  externos.  Insistió  en  que  su  trabajo  involucró

               inteligencia  exterior  y  que  no  tuvo  conexión  con  la  represión  interna  del
               KGB. También subrayó que ninguna agencia de inteligencia del mundo podía
               trabajar sin agentes secretos. «Así fue, así es y así será.» Ese pasado había

               quedado  atrás,  dijo,  pero  no  sentía  remordimiento  por  la  carrera  que  había
               elegido.

                    —¿No  se  arrepiente  de  su  pasado?  —le  preguntó  la  entrevistadora
               Nataliya Nikíforova.


                    —No, no me arrepiento —le contestó—. Me arrepiento de los crímenes. Y
               yo no cometí ningún crimen. No justifico nada, aunque justificar es más fácil
               que dar un paso decidido.
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