Page 94 - El nuevo zar
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[14] El ahora desacreditado KGB aportó no solo a Putin, sino también una
               provisión constante de veteranos para llenar las filas del creciente personal de
               Sobchak. A pesar de todos sus dichos sobre la democracia, Sobchak cortejaba
               a  los  funcionarios  de  seguridad  que  permanecían  en  sus  posiciones. Víktor

               Cherkésov,  un  amigo  íntimo  y  colega  de  Putin  que  se  volvió  tristemente
               célebre  por  enjuiciar  a  disidentes  por  sus  crímenes  antisoviéticos,  se  hizo

               cargo de la filial de San Petersburgo de una de las agencias de seguridad que
               surgieron del desmembrado KGB, el Ministerio de Seguridad.

                    Las motivaciones de Sobchak para contratar a los veteranos de seguridad
               confundía y alarmaba a los reformistas de la ciudad, pero él alegaba que la

               San  Petersburgo  necesitaba  profesionales  experimentados  para  gobernar,
               incluso si eso significaba cooptar la burocracia política y de seguridad que
               antes había prometido desmantelar. Para asegurar su poder, precisaba de los

               burócratas comunistas, no de los demócratas. Este sería un dilema central en
               Rusia  por  muchos  años  por  venir.  Los  reformistas  jóvenes,  como  el

               economista  Anatoli  Chubáis,  que  ayudó  a  redactar  las  primeras  propuestas
               para establecer las zonas de libre emprendimiento en San Petersburgo, pronto
               se encontraron sin puestos o marginados. En cambio, Chubáis se marchó a
               Moscú en otoño y se unió a Yeltsin y su programa de privatización, el cual,

               con el tiempo lo convirtió en una de las figuras más injuriadas de la nueva
               Rusia.[15]






               Al tiempo que consolidaba su autoridad ejecutiva, Sobchak vio agriarse sus
               relaciones con el concejo de la ciudad, incluso más que en las luchas internas

               previas  al  derrumbe  de  la  Unión  Soviética.  Muchos  de  los  miembros,
               especialmente  los  demócratas  más  ardientes,  estaban  consternados  con  sus
               tendencias  autoritarias.  Para  principios  de  1992,  el  concejo  ya  estaba

               intentarlo procesarlo por prevaricación, y las acciones de su asesor, Vladímir
               Putin, se contaban entre las razones para ello.

                    San Petersburgo afrontaba múltiples desafíos en el invierno de 1991. Nada
               funcionaba y la ciudad estaba en bancarrota. Su muy militarizada industria, ya

               tambaleante, se estaba atrofiando con el desplome de los contratos de armas.
               La disolución de la Unión Soviética cortó los vínculos económicos con las

               repúblicas vecinas, ahora independientes, que alguna vez habían abastecido a
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