Page 97 - El nuevo zar
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Las  sospechas  alrededor  de  otro  de  los  «errores»  de  Putin  tendrían
               consecuencias  más  duraderas:  crearían  un  aura  de  impunidad  en  torno  al

               Gobierno  de  la  ciudad  y  alimentarían  la  desconfianza  del  propio  Putin
               respecto de la exigencia pública en materia de responsabilidad contable. El 4
               de  diciembre  de  1991,  Putin  escribió  una  carta  al  Ministerio  de  Economía

               federal de Moscú en la que solicitaba permiso para permutar en el exterior
               120 millones de dólares en productos de compañías aún estatales, incluidos
               750.000  metros  cúbicos  de  madera,  150.000  toneladas  de  petróleo,  30.000

               toneladas de chatarra y cantidades menores de metales raros, cobre, aluminio,
               cemento y amonio… por el equivalente en carne, mantequilla, azúcar, ajo y
               fruta.[21]


                    Por  segundo  invierno,  la  ciudad  hacía  frente  a  una  severa  escasez  y
               volvieron  a  imponerse  los  racionamientos.  La  crisis  empeoró  cuando  el
               Gobierno de Rusia permitió que los precios aumentaran según el mercado, a

               comienzos de 1992. Incluso en los casos en que había alimentos disponibles,
               estos estaban fuera del alcance de los rusos pobres, que por aquel entonces
               eran todos, excepto los más privilegiados. En el documental para televisión,

               Shadjan mostraba a Putin hablando por teléfono con Sobchak acerca de unos
               preparativos para una reunión con Yeltsin. Cuando colgó, ansioso por probar
               que  la  oficina  del  alcalde  estaba  al  tanto  de  la  crisis  alimentaria,  le  dijo  a

               Shadjan que dos toneladas y media de azúcar llegarían pronto desde Ucrania.
               Pero él ya estaba harto del derroche y la corrupción. «La diferencia entre un
               sueño y una meta es una fecha», dijo.[22]


                    Mientras la oficina del alcalde negociaba los acuerdos de trueque, Putin y
               un  diputado,  Aleksandr  Ánikin,  firmaron  decenas  de  contratos.  Muchos
               fueron  a  compañías  cuyos  propietarios,  los  críticos  dirían  luego,  tenían

               vínculos con la oficina del alcalde y con Putin mismo. Los contratos estaban
               escritos  con  descuido,  y  toda  la  empresa  era  legalmente  dudosa,  dado  que
               algunos  de  los  acuerdos  fueron  negociados  antes  de  que  Putin  hubiese

               recibido permiso a tal efecto del ministro federal competente en Moscú. Los
               contratos incluían comisiones inusualmente altas, de un 25 % a un 50 %, y
               estos beneficios considerables iban presumiblemente a las arcas de la ciudad

               para lo que se suponía era un proyecto de emergencia para mantener a raya el
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