Page 100 - El nuevo zar
P. 100
Miller, un joven economista que se convertiría en uno de los asistentes más
cercanos de Putin. Sobchak no castigó a Putin. En cambio, lo ascendió a
vicealcalde y lo dejó a cargo de su mayor objetivo: atraer inversores
extranjeros a la ciudad.
Putin tuvo mayor éxito en ese empeño, en parte por su carrera en el KGB. Sus
contactos y su fluidez en alemán abrieron las puertas a los inversores
provenientes de la recién reunificada Alemania. Incluso mientras los casinos y
los contratos alimentarios se embrollaban en controversias, Putin viajó otra
vez a Alemania —esta vez, a Frankfurt— para anunciar una conferencia
internacional de banca en San Petersburgo. Allí negoció la apertura del primer
banco extranjero en la ciudad, el Dresdner Bank. El hombre enviado para
administrarlo fue Matthias Warnig, un exoficial de la Stasi que había sido
asignado para trabajar con el KGB en Dresde en octubre de 1989, justo
cuando Alemania Oriental se desmarañaba en medio de las protestas.[30]
Ambos dijeron que se conocieron en San Petersburgo, aunque en al menos
una ocasión, en enero de 1989, aparecieron juntos en una fotografía de
oficiales soviéticos y de la Stasi, al lado de otro amigo de Putin involucrado
en inteligencia tecnológica en Dresde, Serguéi Chemezov.[31] Sus tres vidas
pronto se entrelazarían profesional y personalmente. Eran veteranos de
inteligencia de pensamiento afín que navegaban las aguas de la tumultuosa
transición hacia un nuevo modelo económico, aquel en contra del cual habían
operado toda su vida.
El Dresdner Bank abrió en enero de 1992 con el objetivo de crear la
infraestructura financiera necesaria para integrar la economía de Rusia al
mercado alemán y ayudar a privatizar o reestructurar las vastas empresas
estatales soviéticas, mastodontes verticalistas que era improbable que
pudieran adaptarse con rapidez a las fuerzas de mercado. Su primer proyecto
fue asistir a la fábrica Kírov, que estaba en peligro de quiebra, lo que podía
costarles el empleo a miles de trabajadores que habían apoyado a Sobchak
durante el golpe de Estado de 1991. Para el Dresdner, se trataba de una
apuesta arriesgada respecto del futuro de Rusia. No solo las finanzas de San
Petersburgo estaban en desorden: también las leyes, las regulaciones y la
supervisión. Toda la economía, todo el país, estaba sumido en el caos y en