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Más allá del aula III: Experiencias y reflexiones docentes
pareció aburrido, castrante e insuficientemente práctico. El
panorama descrito por estos artículos figura a la escuela como un
espacio para el señalamiento despectivo de la diferencia, la
exposición peyorativa frente al otro, la ofensa, la agresión y la
marginación, actitudes que violan los derechos humanos y forman
niñas y niños propensos a hacer justicia por su propia mano. Uno
de estos artículos. Mójica (2008) es significativo:
Justicia reparativa, reconciliación, perdón, conciliación. A
tal grado ha llegado el problema de la violencia escolar, que
esos términos, más familiares en procesos de paz que en
salones de clase, empiezan a volverse populares entre los
niños de colegio. Las pruebas Saber del 2005, aplicadas por
el Icfes, evidenciaron que, de cada 100 estudiantes de quinto
y noveno, 22 habían reportado ser víctimas de intimidación
en los últimos dos meses, 21 habían intimidado y 53 habían
sido testigos de intimidación en sus clases. (Sp.)
Parece ser que las situaciones anteriores describen las
condiciones sociales que dieron origen a la escuela, si bien de
manera difusa, se puede reconocer en las entrelíneas de los
artículos mencionados que se refuerza la hipótesis de algunos
investigadores respecto a que la función primera de la escuela es
más de orden político y moral que de enseñanza de conocimientos
o lugar de educación, lo cual es expresado bajo la siguiente
máxima: “la escuela es el primer ramo de la policía” (Martinez
Boom, 2010, p. 119).
Hasta aquí he pretendido mostrar pistas relativas a dos
regímenes de visibilidad [en dos prácticas discursivas: la de un
funcionario público de comienzos del siglo XX y la de la prensa
como espacio de opinión “pública”] de la violencia protagonizada
por niños y jóvenes. El primero que ubica a una niñez y
adolescencia urbanas peligrosas hijas y víctimas de la calle a
comienzos del siglo XX. El segundo, vislumbra una infancia y
juventud de inicios del siglo XXI como primogénitas de la escuela,
pero vulneradas por ella. En este sentido, vale preguntarnos, como
sugiere Sáenz (2007), por el dispositivo de desconfianza y sus
prácticas de formación escolar que producen una mirada
particularmente pesimista sobre el tipo de sujetos que producen las
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