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Más allá del aula III: Reflexiones y experiencias docentes

            hace.  En  este  sentido,  ¿qué  proporciona  a  alguien  el  criterio
            suficiente para definir el tipo de sujetos que debe tener la sociedad?
            ¿No es acaso esa responsabilidad propia de cada persona?
               Aunque esta idea resulta fuerte y, en cierto modo, enardecedora
            de las más recalcitrantes opiniones a favor del direccionamiento de
            una  sociedad  en  uno  u  otro  camino,  el  compromiso  de  cada  ser
            humano  al  actuar  constituye  la  propia  responsabilidad,  tanto
            consigo  mismo  como  con  los  demás  seres  humanos, y  permite  a
            esta  idea  escapar  del  solipsismo.  Sartre  (1945)  describe  esta
            condición,  que  denomina  “intersubjetividad”,  de  la  siguiente
            manera:
               […] la subjetividad que alcanzamos a título de verdad no es
               una  subjetividad  rigurosamente  individual,  porque  hemos
               demostrado que en el cogito uno no se descubría solamente a
               sí  mismo,  sino  también  a  los  otros.  Por  el  yo  pienso,
               contrariamente a la filosofía de Descartes, contrariamente a
               la filosofía de Kant, nos captamos a nosotros mismos frente
               al otro, y el otro es tan cierto para nosotros como nosotros
               mismos. Así el hombre […] se da cuenta de que no puede
               ser nada […] salvo que los otros lo reconozcan por tal. (P.
               42)
               Si bien en este texto es necesario dejar varias ideas sin explicar
            suficientemente  debido  a  que  exceden  su  pretensión,  resulta
            necesario plantear que este reconocimiento, que se otorga a través
            de  las prácticas discursivas, es el  que permite  la constitución del
            sujeto. Por ello, así como son tan variadas las prácticas discursivas
            en  las  que  se  involucra  cada  estudiante,  así  mismo  los  docentes
            tenemos en  el aula una infinidad de subjetividades que  entran en
            juego.
               Esta  miríada  de  subjetividades  en  un  aula  de  clase  constituye
            una razón suficiente para que los docentes nos preocupemos. Sin
            embargo,  es  en  este  punto  entran  en  juego  las  intenciones  que
            como  docentes  tenemos.  Si  consideramos  que  la  idea  de  la
            educación  es  constituir  un  tipo  determinado  de  sujetos,  nuestra
            labor  está  condenada  al  fracaso,  sencillamente  porque  resulta
            prácticamente  imposible  lograr  la  homogeneidad  en  una  absoluta
            heterogeneidad  sobre  la  que  nadie  tiene  control.  Pero  si



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