Page 100 - El Hobbit
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parecían conocerse de alguna manera, y aún estar en buenas relaciones. En
realidad Gandalf, que había visitado a menudo las montañas, había ayudado una
vez a las águilas y había curado al Señor de una herida de flecha. Así que como
veis, « prisioneros» quería decir « prisioneros rescatados de los trasgos»
solamente, y no cautivos de las águilas. Cuando Bilbo escuchó la conversación de
Gandalf comprendió que por fin iban a escapar real y verdaderamente de
aquellas cimas espantosas. Estaba discutiendo planes con el Gran Águila para
transportar lejos a los enanos, a él y a Bilbo, y dejarlos justo en el camino que
cruzaba los llanos de abajo.
El Señor de las Águilas no los llevaría a ningún lugar próximo a las moradas
de los hombres. —Nos dispararían con esos grandes arcos de tejo —dijo—,
pensando que vamos a robarles las ovejas. Y en otras ocasiones estarían en lo
cierto. ¡No! Nos satisface burlar a los trasgos, y pagarte así nuestra deuda de
gratitud, pero no nos arriesgaremos por los enanos en los llanos del sur.
—Muy bien —dijo Gandalf—. ¡Llevadnos a cualquier sitio y tan lejos como
queráis! Ya habéis hecho mucho por nosotros. Pero mientras tanto, estamos
famélicos.
—Yo casi estoy muerto de hambre —dijo Bilbo con una débil vocecita que
nadie oyó.
—Eso tal vez pueda tener remedio —dijo el Señor de las Águilas.
Más tarde podríais haber visto un brillante fuego en la repisa de piedra, y las
figuras de los enanos alrededor, cocinando y envueltos en un exquisito olor a
asado. Las águilas habían traído unos arbustos secos para el fuego, y conejos,
liebres y una pequeña oveja. Los enanos se encargaron de todos los preparativos.
Bilbo se sentía demasiado débil para ayudar, y de cualquier modo no era muy
bueno desollando conejos o picando carne, pues estaba acostumbrado a que el
carnicero se la entregase lista ya para cocinar. Gandalf estaba echado también,
luego de haberse ocupado de encender el fuego, ya que Oin y Gloin habían
perdido sus yescas. (Los enanos nunca fueron aficionados a las cerillas, ni
siquiera entonces).
Así concluyeron las aventuras de las Montañas Nubladas. Pronto el estómago
de Bilbo estuvo lleno y confortado de nuevo, y sintió que podía dormir sin
preocupaciones, aunque en realidad le habría gustado más una hogaza con
mantequilla que aquellos trozos de carne tostada en varas. Durmió hecho un
ovillo en la piedra dura, más profundamente de lo que había dormido nunca en el
lecho de plumas de su propio pequeño agujero. Pero soñó toda la noche con su
casa, y recorrió en sueños todas las habitaciones buscando algo que no podía
encontrar, y que no sabía qué era.