Page 97 - El Hobbit
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lanzas enemigas. Aquello hubiese sido el fin de Gandalf, aunque probablemente
      hubiese matado a muchos, al precipitarse entre ellos como un rayo. Pero no llegó
      a saltar.
        En aquel preciso momento el Señor de las Águilas se abalanzó desde lo alto,
      abrió las garras, se apoderó de Gandalf, y desapareció.

      Hubo un clamor de cólera y sorpresa entre los trasgos. Fuerte chilló el Señor de
      las Águilas, a quien Gandalf había ahora hablado. De vuelta se abalanzaron las
      grandes aves que estaban con él, y descendieron como enormes sombras negras.
      Los lobos gimotearon rechinando los dientes; los trasgos aullaron y patearon el
      suelo con rabia, y arrojaron sus pesadas lanzas al aire. Sobre ellos se lanzaron las
      águilas; la acometida oscura de las alas que batían los golpeó contra el suelo o los
      arrojó lejos; las garras les laceraron las caras. Otras veces volaron a las copas de
      los árboles y se llevaron a los enanos, que ahora trepaban a unas alturas a las que
      nunca se habían atrevido a llegar. ¡El pobre pequeño Bilbo estuvo muy cerca de
      que lo dejaran de nuevo atrás! Alcanzó justo a aferrarse de las piernas de Dori
      cuando  ya  se  lo  llevaban,  el  último  de  todos;  y  arriba  fueron  juntos,  sobre  el
      tumulto  y  el  incendio,  Bilbo  columpiándose  en  el  aire,  sintiendo  que  se  le
      romperían los brazos en cualquier momento.
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