Page 239 - El Hobbit
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te arrojaré al abismo!
        —¿Qué hay del oro y la plata? —preguntó Bilbo.
        —Te seguirá más tarde, cuando esté disponible —dijo Thorin—. ¡Baja!
        —¡Guardaremos la piedra hasta entonces! —le gritó Bardo.
        —No estás haciendo un papel muy espléndido como Rey bajo la Montaña —
      dijo Gandalf—, pero las cosas aún pueden cambiar.
        —Cierto  que  pueden  cambiar  —dijo  Thorin;  y  ya  cavilaba,  tan  aturdido
      estaba por el tesoro, si no podría recobrar la Piedra del Arca con la ayuda de
      Dain, y retener la parte de la recompensa.
        Y así fue Bilbo expulsado del parapeto, y con nada a cambio de sus apuros,
      excepto  la  armadura  que  Thorin  ya  le  había  dado.  Más  de  uno  de  los  enanos
      sintió vergüenza y lástima cuando vio partir a Bilbo.
        —¡Adiós! —les gritó—. ¡Quizá nos encontremos otra vez como amigos!
        —¡Fuera! —gritó Thorin—. Llevas contigo una malla tejida por mi pueblo y
      es demasiado buena para ti. No se la puede atravesar con flechas; pero si no te
      das prisa, te pincharé esos pies miserables. ¡De modo que apresúrate!
        —No  tan  rápido  —dijo  Bardo—.  Te  damos  tiempo  hasta  mañana.
      Regresaremos a la hora del mediodía y veremos si has traído la parte del tesoro
      que  hemos  de  cambiar  por  la  Piedra.  Si  en  esto  no  nos  engañas,  entonces
      partiremos y el ejército elfo retornará al Bosque. Mientras tanto, ¡adiós!
        Con  eso,  volvieron  al  campamento;  pero  Thorin  envió  por  Roäc  correos  a
      Dain, diciendo lo que había sucedido e instándole a que viniese con una rapidez
      cautelosa.
      Pasó aquel día y la noche. A la mañana siguiente, el viento cambió al oeste, y el
      aire estaba oscuro y tenebroso. Era aún temprano cuando se oyó un grito en el
      campamento. Llegaron mensajeros a informar que una hueste de enanos había
      aparecido  en  la  estribación  oriental  de  la  Montaña  y  que  ahora  se  apresuraba
      hacia  Valle.  Dain  había  venido.  Había  corrido  toda  la  noche,  y  de  este  modo
      habían  llegado  sobre  ellos  más  pronto  de  lo  que  habían  esperado.  Todos  los
      enanos de la tropa estaban ataviados con cotas de malla de acero que les llegaban
      a las rodillas; y unas calzas de metal fino y flexible, tejido con un procedimiento
      secreto que sólo la gente de Dain conocía, les cubrían las piernas. Los enanos son
      sumamente fuertes para su talla, pero la mayoría de éstos eran fuertes aún entre
      los enanos. En las batallas empuñaban pesados azadones que se manejaban con
      las dos manos; además, todos tenían al costado una espada ancha y corta, y un
      escudo  redondo  les  colgaba  de  las  espaldas.  Llevaban  las  barbas  partidas  y
      trenzadas,  sujetas  al  cinturón.  Las  viseras  eran  de  hierro,  lo  mismo  que  el
      calzado; y las caras eran todas sombrías.
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