Page 237 - El Hobbit
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Las nubes estallan
A l día siguiente las trompetas sonaron temprano en el campamento. Pronto se
vio a un mensajero que corría por la senda estrecha. Se detuvo a cierta distancia,
y les hizo señas, preguntando si Thorin escucharía a otra embajada, ya que había
nuevas noticias y las cosas habían cambiado.
—¡Eso será por Dain! —dijo Thorin cuando oyó el mensaje—. Habrán oído
que ya viene. Pensé que esto les cambiaría el ánimo. ¡Ordénales que vengan en
número reducido y sin armas y yo escucharé! —gritó al mensajero.
Alrededor de mediodía, los estandartes del Bosque y el Lago se adelantaron
de nuevo. Una compañía de veinte se aproximaba. Cuando llegaron al sendero,
dejaron a un lado espadas y lanzas y se acercaron a la Puerta. Admirados, los
enanos vieron que entre ellos estaban tanto Bardo como el Rey Elfo, y delante un
hombre viejo, envuelto en una capa y con un capuchón en la cabeza, portando un
pesado cofre de madera remachado de hierro.
—¡Salud, Thorin! —dijo Bardo—. ¿Aún no has cambiado de idea?
—No cambian mis ideas con la salida y puesta de unos pocos soles —
respondió Thorin—. ¿Has venido a hacerme preguntas ociosas? ¡Aún no se ha
retirado el ejército elfo, como he ordenado! Hasta entonces, de nada servirá que
vengas a negociar conmigo.
—¿No hay nada, entonces, por lo que cederías parte de tu oro?
—Nada que tú y tus amigos podáis ofrecerme.
—¿Qué hay de la Piedra del Arca de Thrain? —dijo Bardo, y en ese