Page 238 - El Hobbit
P. 238
momento el hombre viejo abrió el cofre y mostró en alto la joya. La luz brotó de
la mano del viejo, brillante y blanca en la mañana.
Thorin se quedó entonces mudo de asombro y confusión. Nadie dijo nada por
largo rato.
Luego Thorin habló, con una voz ronca de cólera. —Esa piedra fue de mi
padre y es mía. ¿Por qué habría de comprar lo que me pertenece? —Sin
embargo, el asombro lo venció al fin y añadió—: Pero ¿cómo habéis obtenido la
reliquia de mi casa, si es necesario hacer esa pregunta a unos ladrones?
—No somos ladrones —respondió Bardo—. Lo tuyo te lo devolveremos a
cambio de lo nuestro.
—¿Cómo la conseguisteis? —gritó Thorin cada vez más furioso.
—¡Yo se la di! —chilló Bilbo, que espiaba desde el parapeto, ahora con un
horrible pavor.
—¡Tú! ¡Tú! —gritó Thorin volviéndose hacia él y aferrándolo con las dos
manos—. ¡Tú, hobbit miserable! ¡Tú, pequeñajo… saqueador! —gritó, faltándole
las palabras, y meneó al pobre Bilbo como si fuese un conejo—. ¡Por la barba de
Durin! Me gustaría que Gandalf estuviese aquí. ¡Maldito sea por haberte
escogido! ¡Que la barba se le marchite! En cuanto a ti, ¡te estrellaré contra las
rocas! —gritó y levantó a Bilbo.
—¡Quieto! ¡Tu deseo se ha cumplido! —dijo una voz; el hombre viejo del
cofre echó a un lado la capa y el capuchón—. ¡He aquí a Gandalf! Y parece que
a tiempo. Si no te gusta mi saqueador, por favor no le hagas daño. Déjalo en el
suelo y escucha primero lo que tiene que decir.
—¡Parecéis todos confabulados! —dijo Thorin dejando caer a Bilbo en la
cima del parapeto—. Nunca más tendré tratos con brujos o amigos de brujos.
¿Qué tienes que decir, descendiente de ratas?
—¡Vaya! ¡Vaya! —dijo Bilbo—. Ya sé que todo esto es muy incómodo.
¿Recuerdas haber dicho que podría escoger mi propia catorceava parte? Quizá
me lo tomé demasiado literalmente; me han dicho que los enanos son más
corteses en palabras que en hechos. Hubo un tiempo, sin embargo, en el que
parecías creer que yo había sido de alguna utilidad. ¡Y ahora me llamas
descendiente de ratas! ¿Es ése el servicio que tú y tu familia me han prometido,
Thorin? ¡Piensa que he dispuesto de mi parte como he querido, y olvídalo ya!
—Lo haré —dijo Thorin ceñudo—. Te dejaré marchar, ¡pero que nunca nos
encontremos otra vez! —luego se volvió y habló por encima del parapeto—: Me
han traicionado —dijo—. Todos saben que no podría dejar de redimir la Piedra
del Arca, el tesoro de mi palacio. Daré por ella una catorceava parte del tesoro
en oro y plata, sin incluir las piedras preciosas; mas eso contará como la parte
prometida a ese traidor, y con ésa recompensa partirá, y vosotros la podréis
dividir como queráis. Tendrá bien poco, no lo dudo. Tomadlo, si lo queréis vivo;
nada de mi amistad irá con él. ¡Ahora, baja con tus amigos! —dijo a Bilbo—, ¡o