Page 242 - El Hobbit
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vosotros!  Ahí  llega  Bolgo  del  Norte  (hijo  de  Azog),  cuyo  padre,  ¡oh,  Dain!,
      mataste  en  Moria,  hace  tiempo.  ¡Mirad!  Los  murciélagos  se  ciernen  sobre  el
      ejército  como  una  nube  de  langostas.  ¡Montan  en  lobos,  y  los  wargos  vienen
      detrás!
        El asombro y la confusión cayó sobre todos ellos. Mientras Gandalf hablaba,
      la oscuridad no había dejado de crecer. Los enanos se detuvieron y contemplaron
      el cielo. Los elfos gritaron con muchas voces.
        —¡Venid! —llamó Gandalf—. Hay tiempo de celebrar consejo. ¡Que Dain
      hijo de Nain se reúna enseguida con nosotros!
        Así empezó una batalla que nadie había esperado; la llamaron la Batalla de
      los Cinco Ejércitos, y fue terrible. De una parte luchaban los trasgos y los lobos
      salvajes,  y  por  la  otra,  los  Elfos,  los  Hombres  y  los  Enanos.  Así  fue  como
      ocurrió. Desde que el Gran Trasgo de las Montañas Nubladas había caído, los
      trasgos odiaban más que nunca a los enanos. Habían mandado mensajeros de
      acá para allá entre las ciudades, colonias y plazas fuertes, pues habían decidido
      conquistar el dominio del Norte. Se habían informado en secreto, y prepararon y
      forjaron armas en todos los escondrijos de las montañas. Luego se pusieron en
      marcha, y se reunieron en valles y colinas, yendo siempre por túneles o en la
      oscuridad, hasta llegar a las cercanías de la gran Montaña Gundabad del Norte,
      donde tenían la capital. Allí juntaron un inmenso ejército, preparado para caer en
      tiempo tormentoso sobre los ejércitos desprevenidos del Sur. Estaban enterados
      de la muerte de Smaug y el júbilo les encendía el ánimo; y noche tras noche se
      apresuraron entre las montañas, y así llegaron al fin desde el norte casi pisándole
      los talones a Dain. Ni siquiera los cuervos supieron que llegaban, hasta que los
      vieron aparecer en las tierras abruptas, entre la Montaña Solitaria y las colinas.
      Cuánto sabía Gandalf, no se puede decir, pero está claro que no había esperado
      ese asalto repentino.
      Éste fue el plan que preparó junto con el Rey Elfo y Bardo; y con Dain, pues el
      señor  enano  ya  se  les  había  unido:  los  trasgos  eran  enemigos  de  todos,  y
      cualquier otra disputa fue enseguida olvidada. No tenían más esperanza que la de
      atraer a los trasgos al valle entre los brazos de la Montaña, y ampararse en las
      grandes estribaciones del sur y el este. Aún de este modo correrían peligro, si los
      trasgos  alcanzaban  a  invadir  la  Montaña,  atacándolos  entonces  desde  atrás  y
      arriba;  pero  no  había  tiempo  para  preparar  otros  planes  o  para  pedir  alguna
      ayuda.
        Pronto pasó el trueno, rodando hacia el sudeste; pero la nube de murciélagos
      se  acercó,  volando  bajo  por  encima  de  la  Montaña,  y  se  agitó  sobre  ellos,
      tapándoles la luz y asustándolos.
        —¡A  la  Montaña!  —les  gritó  Bardo—.  ¡Pronto,  a  la  Montaña!  ¡Tomemos
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