Page 123 - El Señor de los Anillos
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a custodiar la fortaleza, lo que significa que Gandalf sabrá a dónde fuimos, eso
      me decide. Mañana temprano entraré en el Bosque Viejo.
        —Está bien —dijo Pippin—. Total, prefiero nuestra tarea a la de Gordo, que
      aguardará aquí la llegada de los Jinetes Negros.
        —Espera  a  encontrarte  en  medio  del  bosque  —dijo  Fredegar—.  Mañana
      antes de esta hora desearás estar aquí conmigo,
        —Basta  de  discusiones  —dijo  Merry—.  Todavía  tenemos  que  ordenar  las
      cosas y dar los últimos toques al equipaje. Los despertaré antes que amanezca.
        Cuando por fin se acostaron, Frodo tardó en dormirse. Le dolían las piernas,
      Le alegraba saber que partirían a caballo. Al fin cayó en un vago sueño; creía
      estar  mirando  a  través  de  una  ventana  alta,  sobre  un  mar  oscuro  de  árboles
      enmarañados. De abajo, entre las raíces, venía el murmullo de unas criaturas
      que  se  arrastraban  y  bufaban.  Estaba  seguro  de  que  tarde  o  temprano  lo
      descubrirían por el olfato.
        Luego  oyó  un  ruido  a  lo  lejos.  Al  principio  creyó  que  era  un  viento
      huracanado, que soplaba sobre las hojas del bosque. En seguida comprendió que
      no eran las hojas sino el sonido del mar lejano, un sonido que nunca había oído en
      la vigilia, pero que a menudo había turbado sus sueños. De pronto se encontró
      fuera, al aire libre. No había árboles, después de todo. Estaba ahora entre unos
      matorrales oscuros y un extraño olor salobre flotaba en el aire. Alzando los ojos,
      vio delante una torre blanca y alta, que se erguía solitaria sobre un escarpado
      arrecife  y  tuvo  entonces  deseos  de  subir  a  la  torre  y  ver  el  mar.  Comenzó  a
      trepar penosamente por el arrecife hacia la torre, pero de pronto una luz apareció
      en el cielo y el trueno retumbó.
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