Page 124 - El Señor de los Anillos
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El bosque viejo
F rodo despertó bruscamente. La habitación estaba todavía a oscuras. Merry
estaba allí, de pie, con una vela en una mano y golpeando la puerta con la otra.
—Bien, bien, ¿qué ocurre? —dijo Frodo, todavía tembloroso y aturdido.
—¿Qué ocurre? —exclamó Merry—. Hora de levantarse. Son las cuatro y
media y hay mucha niebla. ¡Arriba! Sam está preparando el desayuno. Hasta
Pippin está levantado. Voy ahora a ensillar los poneys y elegir el que llevará el
equipaje. ¡Despierta a ese Gordo haragán! Que se levante a despedirnos, por lo
menos.
Poco después de las seis, los cinco hobbits estaban listos para partir. Gordo
Bolger todavía bostezaba. Salieron de la casa en silencio. Merry iba al frente
guiando un poney que llevaba el cargamento; tomó un sendero que atravesaba un
bosquecillo detrás de la casa y luego cortó por el campo. Las hojas de los árboles
centelleaban a la luz y las ramas goteaban; un rocío helado había agrisado las
hierbas. Todo estaba tranquilo y los ruidos lejanos parecían lejanos y próximos:
unas aves parloteaban en un corral; alguien cerraba una puerta en una casa
distante.
Encontraron los poneys en el establo; bestias pequeñas y robustas de la clase
que preferían los hobbits; no muy rápidas, pero buenas para una larga jornada.
Los hobbits montaron y pronto se encontraron cabalgando en la niebla que
parecía abrirse de mala gana y cerrar el paso detrás de ellos. Luego de cabalgar
alrededor de una hora, lentamente y sin hablar, una cerca se levantó de pronto
delante. Era alta y estaba envuelta en una red de plateadas telarañas.
—¿Cómo vas a atravesarla? —preguntó Fredegar.
—¡Sígueme! —dijo Merry— y ya verás.
Fue hacia la izquierda, a lo largo de la cerca y pronto llegaron a un sitio donde
el vallado torcía hacia adentro, corriendo por el borde de una depresión. A cierta
distancia de la cerca habían hecho una excavación en pendiente; las paredes de
ladrillo se arqueaban hasta formar un túnel que pasaba por debajo de la cerca y
desembocaba en la depresión del otro lado.
Aquí Gordo Bolger se detuvo.
—¡Adiós, Frodo! —dijo—. Desearía de veras que no te internaras en el
bosque. Espero sólo que no necesites auxilio antes de terminar el día. ¡Buena
suerte, hoy y todos los días!
—¡Tendré suerte, si no nos aguarda nada peor que el Bosque Viejo! —dijo
Frodo—. Dile a Gandalf que se apresure por el camino del este. Lo retomaremos
pronto, e iremos de prisa.
—¡Adiós! —gritaron y corrieron cuesta abajo entrando en el túnel y
desapareciendo de la vista de Fredegar.