Page 128 - El Señor de los Anillos
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internó en el pasto. El bosque rodeaba la colina como una cabellera espesa que
      terminaba de pronto en un círculo alrededor de una testa rasurada.
        Los hobbits cabalgaron cuesta arriba, dando vueltas hasta llegar a la cima de
      la loma. Allí se detuvieron mirando en torno. El aire era fulgurante, iluminado
      por la luz del sol, aunque brumoso; no se veía muy lejos. Alrededor la niebla se
      había disipado casi del todo, aunque aquí y allá cubría las cavidades del bosque y
      hacia el sur, en un pliegue profundo que atravesaba el bosque de lado a lado, se
      alzaba aún como cintas de humo blanco o vapor.
        —Aquélla —dijo Merry, señalando— es la línea del Tornasauce. Desciende
      de las lomas y corre al sudeste, atravesando el centro del bosque para unirse al
      Brandivino más abajo de Fin de la Cerca. ¡No iremos en esa dirección! Dicen
      que el Valle del Tornasauce es la parte más extraña de todo el bosque, el centro
      de donde vienen todas las rarezas, por así decir.
        Los  otros  miraron  en  la  dirección  que  Merry  indicaba,  pero  sólo  vieron
      nieblas que se extendían sobre un valle húmedo y profundo; la mitad meridional
      de la floresta se perdía en la distancia.
        El sol calentaba en la cima de la loma. Serían aproximadamente las once de
      la  mañana,  pero  la  bruma  otoñal  no  dejaba  ver  mucho  en  otras  direcciones.
      Hacia  el  oeste  no  alcanzaban  a  distinguir  la  línea  de  la  cerca  ni  el  valle  del
      Brandivino. En el norte, hacia donde miraban más esperanzados, no veían nada
      que pudiera ser el gran Camino del Este, que se proponían seguir. Estaban en una
      isla perdida en un mar de árboles y de horizontes velados.
        Al sudeste el suelo descendía abruptamente, como si las laderas de las colinas
      se internaran bajo los árboles, como playas de islas que en realidad son laderas
      de montaña elevándose desde aguas profundas. Se sentaron en la orilla verde,
      mirando por sobre los bosques, mientras almorzaban. A medida que el sol subía y
      pasaba el meridiano, comenzaron a vislumbrar en el este la línea verde-gris de
      las colinas que se extendían del otro lado del Bosque Viejo. Esto los animó de
      veras,  pues  era  bueno  ver  algo  más  allá  de  los  lindes  del  bosque,  aunque  no
      pensaban ir en esa dirección, si podían evitarlo. Las Quebradas de los Túmulos
      tenían entre los hobbits una reputación tan siniestra como el bosque mismo.
        Al  fin  decidieron  proseguir  el  viaje.  El  sendero  que  los  había  llevado  a  la
      colina  reapareció  en  el  lado  norte;  pero  no  lo  habían  seguido  mucho  tiempo
      cuando  advirtieron  que  se  desviaba  a  la  derecha.  Pronto  empezó  a  descender
      abruptamente y sospecharon que llevaba al Valle del Tornasauce, que no era de
      ningún  modo  la  dirección  que  pensaban  tomar.  Lo  discutieron  un  rato  y  al  fin
      resolvieron  dejar  el  sendero  y  torcer  al  norte,  pues  aunque  no  habían  podido
      verla desde la cima de la loma, la ruta tenía que estar en esa dirección y no muy
      lejos. También hacia el norte, a la izquierda del sendero, la tierra parecía más
      seca  y  abierta,  alzándose  en  pendientes  donde  los  árboles  eran  más  delgados;
      pinos  y  abetos  reemplazaban  a  los  robles,  los  fresnos  y  los  extraños  árboles
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