Page 608 - El Señor de los Anillos
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Edoras. También a muchos otros envié antes a Edoras a defender vuestra casa.
Sabía que Saruman había lanzado contra vos todas sus fuerzas y que sus
servidores habían abandonado otras tareas para marchar al Abismo de Helm; no
vi en todo el territorio ni uno solo de nuestros enemigos; yo temía, sin embargo,
que quienes cabalgaban a lomo de lobo y los saqueadores pudieran llegar a
Meduseld, y que la encontrasen indefensa. Pero ahora creo que no hay nada que
temer; la casa estará allí para daros la bienvenida a vuestro regreso.
—Y me hará muy feliz verla de nuevo —dijo Théoden—, aunque poco
tiempo me resta para vivir en ella.
Así la compañía dijo adiós a la isla y al túmulo, y cruzó el río, y subió la
barranca de la orilla opuesta. Y una vez más reanudaron la cabalgata, felices de
haber dejado atrás los Vados lúgubres. Y mi entras se alejaban, otra vez se oyó
en la noche el aullido de los lobos.
Una antigua carretera descendía de Isengard a los Vados. Durante cierto
trecho corría a la vera del río, curvándose con él hacia el este y luego hacia el
norte; pero en el último tramo se desviaba e iba en línea recta hasta las puertas de
Isengard; y éstas se alzaban en la ladera occidental del valle, a unas quince millas
o más de la entrada. Siguieron a lo largo de este antiguo camino, pero no
cabalgaron por él; pues el terreno era a los lados firme y llano, cubierto a lo largo
de muchas millas de una hierba corta y tierna. Pudieron así cabalgar más de
prisa y hacia la medianoche se habían alejado ya casi cinco leguas de los Vados.
Se detuvieron entonces, dando por concluida la travesía de aquella noche, pues el
rey se sentía cansado. Estaban al pie de las Montañas Nubladas y el Nan Curunir
tendía los largos brazos para recibirlos. Oscuro se abría ante ellos el valle; la luz
de la luna, que descendía hacia el oeste, se escondía detrás de las montañas. Pero
de las profundas sombras del valle brotaba una larga espiral de humo y de vapor;
y al elevarse, tocaba los rayos de la luna y se dispersaba en ondas negras y
plateadas por el cielo estrellado.
—¿Qué piensas, Gandalf? —preguntó Aragorn—. Se diría que todo el Valle
del Mago está en llamas.
—Siempre flota una humareda sobre el valle en estos tiempos —dijo Eomer
—, pero nunca vi antes nada parecido. Más que humos son vapores. Saruman ha
de estar preparando algún maleficio para darnos la bienvenida. Tal vez esté
hirviendo todas las aguas del Isen y por eso está seco el río.
—Es probable —dijo Gandalf—. Mañana lo sabremos. Ahora descansemos
un poco, si es posible.
Acamparon cerca del lecho del Isen, siempre silencioso y vacío. Algunos
consiguieron dormir. Pero en medio de la noche los centinelas llamaron a gritos y
todos se despertaron. La luna había desaparecido. En el cielo brillaban algunas
estrellas; pero una oscuridad más negra que la noche se arrastraba por el suelo.
Desde ambas orillas del río se adelantaba hacia ellos, rumbo al norte.