Page 668 - El Señor de los Anillos
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pocas yardas más abajo. Por fortuna en aquel punto la pared de roca se retiraba
hacia atrás y el viento había empujado a Frodo contra ella, impidiendo que se
precipitara en el abismo. Trató de mantenerse en equilibrio apoyando la cara
contra la piedra fría, sintiendo el corazón que le golpeaba en el pecho. Pero o
bien la oscuridad se había vuelto impenetrable, o Frodo había perdido la vista.
Todo era negro alrededor. Se preguntó si se habría quedado ciego de golpe.
Respiró hondo.
—¡Vuelva! ¡Vuelva! —oyó la voz de Sam desde allá arriba, en las tinieblas.
—No puedo —dijo—. No veo nada. No encuentro en qué apoyarme. No me
atrevo a moverme.
—¿Qué puedo hacer, señor Frodo? ¿Qué puedo hacer? —gritó Sam,
asomándose peligrosamente. ¿Por qué su señor no veía? Estaba oscuro, sin duda,
pero no tanto. Sam distinguía allá abajo la figura de Frodo, gris y solitaria contra
la cara oblicua del acantilado, lejos del alcance de una mano amiga.
Volvió a retumbar el trueno y empezó a llover a torrentes. Una cortina de
agua y granizo enceguecedora y helada azotaba la roca.
—Bajaré hasta usted —gritó Sam, aunque no sabía cómo podría ayudar de
ese modo.
—¡No, no, espera! —le gritó Frodo ahora con más fuerza—. Pronto estaré
mejor. Ya me siento mejor. ¡Espera! No puedes hacer nada sin una cuerda.
—¡Cuerda! —exclamó Sam, excitado y aliviado—. ¡Si merezco que me
cuelguen de una, por imbécil! ¡No eres más que un pampirolón, Sam Gamyi!
eso solía decirme el Tío, una palabra que él había inventado. ¡Cuerda!
—¡Basta de charla! —gritó Frodo, bastante recobrado ahora como para
sentirse divertido e irritado a la vez—. ¡Qué importa lo que dijera tu compadre!
¿Estás tratando de decirte que tienes una cuerda en el bolsillo? Si es así, ¡sácala de
una vez!
—Sí, señor Frodo, en mi equipaje junto con todo lo demás. ¡La he traído
conmigo centenares de millas y la había olvidado por completo!
—Entonces ¡manos a la obra y tírame un cabo!
Sam descargó rápidamente el fardo y se puso a revolverlo. Y en verdad allá
en el fondo había un rollo de la cuerda gris y sedosa trenzada por la gente de
Lorien. Le arrojó un extremo a su amo. Frodo tuvo la impresión de que la
oscuridad se disipaba, o de que estaba recobrando la vista. Alcanzó a ver la
cuerda gris que descendía balanceándose, y le pareció que tenía un resplandor
plateado. Ahora que podía clavar los ojos en un punto luminoso, sentía menos
vértigo. Adelantando el cuerpo, se aseguró el extremo de la cuerda alrededor de
la cintura y la tomó con ambas manos.
Sam retrocedió y afirmó los pies contra un tocón a una o dos yardas de la
orilla. A medias izado, a medias trepando, Frodo subió y se dejó caer en el suelo.
El trueno retumbaba y rugía en lontananza, y la lluvia seguía cayendo,