Page 707 - El Señor de los Anillos
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Pero el estado de Gollum era deplorable; la amenaza de Frodo lo había
desarmado por completo. No fue fácil obtener de él una explicación clara, entre
balbuceos y gemidos, y las frecuentes interrupciones en las que se retorcía por el
suelo y les suplicaba que fuesen buenos con « el pobrecito Sméagol» . Al cabo de
un rato se tranquilizó un poco, y Frodo pudo al fin sacar en limpio, pedazo a
pedazo, que si un viajero seguía el camino que giraba hacia el oeste de Ephel
Dúath, llegaría en cierto momento a una encrucijada en un círculo de árboles
sombríos. A la derecha, un camino descendía hasta Osgiliath y los puentes del
Anduin; en el centro, el camino continuaba hacia el sur.
—Continúa, continúa y continúa —dijo Gollum—. Nunca fuimos por ese
camino, pero dicen que continúa así un centenar de leguas hasta que se ven las
Grandes Aguas que nunca están quietas. Hay muchos peces allí y grandes
pájaros que se comen los peces: pájaros buenos; pero nosotros nunca estuvimos
allí, ¡ay, no! Nunca tuvimos la oportunidad. Y más lejos aún hay otras tierras,
dicen, dicen, pero allí la Cara Amarilla es muy caliente, y casi nunca hay nubes,
y los hombres son feroces y tienen la cara negra. Nosotros no queremos ver esa
región.
—¡No! dijo Frodo. Pero no te alejes de lo que importa. ¿Y el tercer camino?
—Oh sí, oh sí, hay un tercer camino —dijo Gollum—. Es el de la izquierda.
No bien comienza empieza a trepar, a trepar, y serpentea y vuelve siempre
trepando hacia las sombras altas. Cuando pasas el recodo de la roca negra, la ves,
la ves de pronto; allá arriba, sobre tu cabeza, y entonces quieres esconderte.
—La ves, la ves… ¿Qué ves?
—La antigua fortaleza, muy vieja, muy horrible hoy. Oíamos historias del
sur, cuando Sméagol era joven, hace mucho tiempo. Oh sí, nos contaban muchos
cuentos por la noche, sentados junto a las orillas del Río Grande, en los
saucedales, cuando también el río era más grande, ¡gollum, gollum! Gollum
empezó a llorar y balbucir. Los hobbits esperaron con paciencia.
—Historias del Sur —siguió diciendo Gollum— acerca de los hombres altos
de ojos brillantes, y de casas como colinas de piedra, la corona de plata del rey y
el Árbol Blanco: cuentos maravillosos. Levantaban torres altísimas, y una de ellas
era blanca como la plata, y allí había una piedra parecida a la luna, rodeada de
grandes muros blancos. Oh sí, había muchas historias acerca de la Torre de la
Luna.
—Ésa ha de ser Minas Ithil, construida por Isildur el hijo de Elendil —dijo
Frodo—. Fue Isildur quien le cortó el dedo al Enemigo.
—Sí, Él tiene sólo cuatro dedos en la Mano Negra, pero le bastan —dijo
Gollum estremeciéndose—. Y Él odiaba la ciudad de Isildur.
—¿Qué es lo que él no odia? —dijo Frodo—. Pero ¿qué tiene que ver con
nosotros la Torre de la Luna?
—Bueno, amo, allí estaba, y aún está allí: la torre alta y las casas blancas y el