Page 890 - El Señor de los Anillos
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Eomer—, nadie en la tierra de los vivos puede ahora adivinar qué se propone.
—Lo noté muy cambiado desde que lo vi por primera vez en la casa del rey
—dijo Eowyn—: más endurecido, más viejo. A punto de morir, me pareció,
como alguien a quien los Muertos llaman.
—Tal vez lo llamaran —dijo Théoden—, y me dice el corazón que no lo
volveré a ver. Sin embargo es un hombre de estirpe real y de elevado destino. Y
que esto mitigue tus pesares, hija, ya que tanto te aflige la suerte de este huésped:
se dice que cuando los Eorlingas descendieron del Norte y remontaron el curso
del Nevado en busca de lugares seguros donde guarecerse en momentos de
necesidad, Brego y su hijo Baldor subieron por la Escalera del Baluarte y así
llegaron a la Puerta. En el umbral estaba sentado un anciano decrépito, de edad
incontable en años; había sido alto y majestuoso, pero ahora estaba seco como
una piedra vieja. Y en verdad por una piedra lo tomaron, porque no se movía ni
pronunció una sola palabra hasta que pretendieron dejarlo atrás y entrar. Y
entonces salió de él una voz, una voz que parecía venir de las entrañas de la
tierra, y oyeron, estupefactos, que hablaba en la lengua del Oeste: El camino está
cerrado.
» Entonces se detuvieron, y al observarlo vieron que aún estaba vivo; pero no
los miraba. El camino está cerrado, volvió a decir la voz. Lo hicieron los Muertos,
y los Muertos lo guardan, hasta que llegue la hora. El camino está cerrado.
» ¿Y cuándo llegará la hora? preguntó Baldor. Pero la respuesta no la supo
jamás. Porque el viejo murió en ese mismo instante y cayó de cara al suelo; y
nada más han sabido nuestras gentes de los antiguos habitantes de las montañas.
Es posible sin embargo que la hora anunciada haya llegado, y que Aragorn
pueda pasar.
—Pero ¿cómo sabría un hombre si ha llegado o no la hora, a menos que se
atreviese a cruzar la Puerta? preguntó Eomer. Y yo no iría por ese camino
aunque me acosaran todos los ejércitos de Mordor, y estuviera solo, y no viera
otro sitio donde refugiarme. ¡Qué desdicha que el desánimo de la muerte se haya
apoderado de un hombre tan valeroso en esta hora de necesidad! ¿Acaso no hay
males suficientes a nuestro alrededor, para tener que ir a buscarlos bajo tierra?
La guerra está al alcance de la mano.
Se interrumpió, pues en ese momento se oyó un ruido fuera, y la voz de un
hombre que gritaba el nombre de Théoden, y el quién vive del guardia.
Un momento después el Capitán de la Guardia entreabrió la cortina.
—Hay un hombre aquí, Señor —dijo, un mensajero de Gondor. Desea
presentarse ante vos inmediatamente.
—¡Hazlo pasar! —dijo Théoden.
Entró un hombre de elevada estatura, y Merry contuvo un grito, pues por un
instante le pareció que Boromir, resucitado, había vuelto a la tierra. Pero en
seguida vio que no era así; el hombre era un desconocido, aunque se parecía a