Page 892 - El Señor de los Anillos
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Denethor  que  aun  cuando  Rohan  no  corriese  peligro  alguno,  igualmente
      acudiríamos en su auxilio. Pero hemos tenido muchas bajas en nuestras batallas
      con el traidor Saruman, y como bien lo demuestran las noticias que él mismo nos
      envía, no podemos descuidar las fronteras del norte y del este. El Señor Oscuro
      parece disponer ahora de un poder tan enorme que no sólo podría contenernos
      ante los muros de la Ciudad, sino también golpear con gran fuerza del otro lado
      del río, más allá de la Puerta de los Reyes.
        » Pero  no  hablemos  más  de  los  consejos  que  dictaría  la  prudencia.
      Acudiremos. La revista de las tropas ha sido convocada para mañana. En cuanto
      todo esté en orden, partiremos. Diez mil lanzas hubiera podido enviar a través de
      la  llanura  para  consternación  de  vuestros  enemigos.  Ahora  serán  menos,  me
      temo; no dejaré todas mis fortalezas indefensas. No obstante, seis mil jinetes me
      seguirán. Pues habrás de decirle a Denethor que en esta hora el Rey de la Marca
      en  persona  descenderá  al  País  de  Gondor,  aunque  quizá  no  regrese.  Pero  el
      camino es largo, y es preciso que hombres y bestias lleguen a destino con fuerzas
      para combatir. Tal vez dentro de una semana, a contar de mañana por la mañana,
      oigáis llegar desde el norte el clamor de los Hijos de Eorl.
        —¡Una semana! —dijo Hirgon—. Si no puede ser antes, que así sea. Pero es
      probable que dentro de siete días no encontréis nada más que muros en ruinas, a
      menos  que  nos  llegue  algún  socorro  inesperado.  En  todo  caso,  alcanzaréis  a
      desbaratarles los festejos a los orcos y a los endrinos en la Torre Blanca.
        —Al  menos  eso  haremos  —dijo  Théoden—.  Pero  yo  mismo  acabo  de
      regresar del campo de batalla, y de un largo viaje, y ahora quiero retirarme a
      descansar.  Pasa  la  noche  aquí.  Mañana  podrás  partir  más  tranquilo,  luego  de
      haber visto las tropas, y más rápido luego de haber descansado. Las decisiones es
      preferible tomarlas por la mañana; la noche cambia muchos pensamientos.
        Dicho esto, el rey se levantó, y todos lo imitaron.
        —Id ahora a descansar —dijo—, y dormid bien. A ti, maese Meriadoc, no te
      necesitaré más por esta noche. Pero mañana no bien salga el sol, tendrás que
      estar pronto, esperando mi llamada.
        —Estaré  pronto  —dijo  Merry—  aunque  lo  que  me  ordenéis  sea  que  os
      acompañe a los Senderos de los Muertos.
        —¡No  pronuncies  palabras  de  mal  augurio!  —dijo  el  rey—.  Pues  puede
      haber  otros  caminos  que  merezcan  llevar  ese  nombre.  Pero  no  dije  que  te
      ordenaría que cabalgaras conmigo por ningún camino. ¡Buenas noches!
        « ¡No me van a dejar aquí para venir a recogerme cuando regresen!»  se
      dijo Merry. « No me van a dejar, ¡no y no!»  Y mientras se repetía una y otra
      vez estas palabras, terminó por quedarse dormido en la tienda.
        Abrió los ojos, y un hombre lo estaba zamarreando para despertarlo.
        —¡Despierte, Señor Holbytla! —gritaba el hombre—. ¡Despierte!
        Merry dejó al fin el mundo de los sueños y se sentó de golpe, sobresaltado.
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