Page 895 - El Señor de los Anillos
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un pueblo austero, leal a su señor, y se oyeron pocos llantos y murmullos, aun en
el campamento del Baluarte, donde se alojaban los exiliados de Edoras, mujeres,
niños y ancianos. Un destino mortal los amenazaba, y ellos lo enfrentaban en
silencio.
Dos horas pasaron veloces, y ya el rey estaba montado en el caballo blanco,
que resplandecía en la oscuridad. Alto y arrogante parecía el rey, aunque los
cabellos que le flotaban bajo el casco eran de nieve; y muchos lo contemplaban
maravillados, y se animaban al verlo erguido e imperturbable.
Allí en los extensos llanos que bordeaban el río tumultuoso estaban alineadas
numerosas compañías: más de cinco mil quinientos jinetes armados de pies a
cabeza, y varios centenares de hombres con caballos de posta que cargaban un
ligero equipaje. Sonó una sola trompeta. El rey alzó la mano, y el ejército de la
Marca empezó a moverse en silencio. A la cabeza marchaban doce hombres del
séquito personal del rey: Caballeros de renombre. Los seguía el rey con Eomer a
la diestra. Le había dicho adiós a Eowyn en el Baluarte, y el recuerdo le pesaba;
pero ahora observaba con atención el camino que se extendía delante de él.
Detrás iba Merry montado en Stybba, con los mensajeros de Gondor, y por
último, en la retaguardia, otros doce hombres de la escolta del rey. Pasaron
delante de las largas filas de rostros que esperaban, severos e impasibles. Pero
cuando ya habían llegado casi al extremo de la fila, un hombre le echó al hobbit
una mirada rápida y penetrante. « Un hombre joven» , pensó Merry al
devolverle la mirada, « más bajo de estatura y menos corpulento que la
mayoría» . Reparó en el fulgor de los claros ojos grises, y se estremeció, pues se
le ocurrió de pronto que era el rostro de alguien que ha perdido toda esperanza y
va al encuentro de la muerte. Continuaron descendiendo por el camino gris,
siguiendo el curso del Río Nevado que se precipitaba sobre las piedras, y
atravesaron las aldeas del Bajo del Sagrario y de Nevado Alto, donde muchos
rostros tristes de mujeres los miraban pasar desde los portales sombríos; y así, sin
cuernos ni arpas ni música de voces humanas, la gran cabalgata hacia el Este
comenzó con el tema que aparecería en las canciones de Rohan durante muchas
generaciones:
Del Sagrario sombrío en la mañana lóbrega
parte con escudero y capitán el hijo de Tbengel
hacia Edoras. Las brumas amortajan
el palacio de los Guardianes de la Marca,
las tinieblas envuelven las columnas de oro.
Adiós, saluda a las gentes libres,
el hogar, el trono, los sitios sagrados
de las celebraciones en los tiempos de luz.
Avanza el rey: atrás el miedo
y adelante el destino. Leal y fiel,