Page 898 - El Señor de los Anillos
P. 898

4
                      El Sitio de Gondor
      Despertado  por  Gandalf,  Pippin  abrió  los  ojos.  Había  velas  encendidas  en  el
      aposento, pues por las ventanas sólo entraba una pálida luz crepuscular; el aire
      era pesado, como si se avecinara una tormenta.
        —¿Qué hora es? —preguntó Pippin, bostezando.
        —La  hora  segunda  ha  pasado  le  respondió  Gandalf.  Tiempo  de  que  te
      levantes y te pongas presentable. Has sido convocado por el Señor de la Ciudad,
      para instruirte acerca de tus nuevos deberes.
        —¿Y me servirá el desayuno?
        —¡No! De eso me he ocupado yo: y no tendrás más hasta el mediodía. Han
      racionado los víveres.
        Pippin miró con desconsuelo el panecillo minúsculo y « la mezquina» , pensó,
      « redondela de manteca, junto a un tazón de leche aguada» .
        —¿Por qué me trajiste aquí? —preguntó.
        —Lo sabes demasiado bien —dijo Gandalf—. Para alejarte del mal. Y si no
      te agrada, recuerda que tú mismo te lo buscaste.
        Pippin no dijo más.
      Poco después recorría de nuevo en compañía de Gandalf el frío corredor que
      conducía a la puerta de la Sala de la Torre. Allí, en una penumbra gris, estaba
      sentado Denethor, « como una araña vieja y paciente» , pensó Pippin; parecía
      que no se hubiese movido de allí desde la víspera. Le indicó a Gandalf que se
      sentara, pero a Pippin lo dejó un momento de pie, sin prestarle atención. Al fin el
      viejo se volvió hacia él.
        —Bien, maese Peregrin, espero que hayas aprovechado a tu gusto el día de
      ayer. Aunque temo que en esta ciudad la mesa sea bastante más austera de lo
      que tú desearías.
        Pippin tuvo la desagradable impresión de que la mayor parte de lo que había
      dicho o hecho había llegado de algún modo a oídos del Señor de la Ciudad, y que
      además muchos de sus pensamientos eran conocidos por todos. No respondió.
        —¿Qué querrías hacer a mi servicio?
        —Pensé, Señor, que vos me señalaríais mis deberes.
        —Lo haré, una vez que conozca tus aptitudes —dijo Denethor—. Pero eso lo
      sabré quizá más pronto teniéndote a mi lado. Mi paje de cámara ha solicitado
      licencia  para  enrolarse  en  la  guarnición  exterior,  de  modo  que  por  un  tiempo
      ocuparás su lugar. Me servirás, llevarás mensajes, y conversarás conmigo, si la
      guerra y las asambleas me dejan algún momento de ocio. ¿Sabes cantar?
        —Sí —dijo Pippin—. Bueno, sí, bastante bien para mi gente. Pero no tenemos
      canciones apropiadas para grandes palacios y para tiempos de infortunio, señor.
   893   894   895   896   897   898   899   900   901   902   903