Page 896 - El Señor de los Anillos
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todos los juramentos serán cumplidos.
Avanza Théoden. Cinco noches y cinco días
hacia el Este galopan los Eorlingas: seis mil lanzas
en el Folde, la Frontera de los Pantanos y el Finen,
camino al Sunlendin, a Mundburgo, la fortaleza
de los reyes del mar al pie del Mindolluin,
sitiada por el enemigo, cercada por el fuego.
El Destino los llama. La Oscuridad se cierra
y aprisiona caballo y caballero: los golpes lejanos
de los cascos se pierden en el silencio:
así cuentan las canciones.
Y en verdad la oscuridad continuaba aumentando cuando el rey llegó a
Edoras, aunque apenas era el mediodía. Allí hizo un breve alto para fortalecer el
ejército con unas tres veintenas de jinetes que llegaban con atraso a la leva.
Luego de haber comido se preparó para reanudar la marcha, y se despidió
afectuosamente de su escudero. Merry le suplicó por última vez que no lo
abandonase.
—Este no es viaje para un animal como Stybba, ya te lo he dicho —respondió
Théoden—. Y en una batalla como la que pensamos librar en los campos de
Gondor ¿qué harías, maese Meriadoc, por muy paje de armas que seas, y aún
mucho más grande de corazón que de estatura?
—En cuanto a eso ¿quién puede saberlo? —respondió Merry—. Pero
entonces, Señor, ¿por qué me aceptasteis como paje de armas, si no para que
permaneciera a vuestro lado? Y no me gustaría que las canciones no dijeran
nada de mí sino que siempre me dejaban atrás.
—Te acepté para protegerte —respondió Théoden—, y también para que
hagas lo que yo mande. Ninguno de mis jinetes podrá llevarte como carga. Si la
batalla se librase a mis puertas, tal vez los hacedores de canciones recordaran tus
hazañas; pero hay cien leguas de aquí a Mundburgo, donde Denethor es el
soberano. Y no diré una palabra más.
Merry se inclinó, y se alejó tristemente, contemplando las filas de jinetes. Ya
las compañías se preparaban para la partida: los hombres ajustaban las correas,
examinaban las sillas, acariciaban a los animales; algunos observaban con
inquietud el cielo cada vez más oscuro. Un jinete se acercó al hobbit, y le habló
al oído.
—Donde no falta voluntad, siempre hay un camino, decimos nosotros —
susurró—, y yo mismo he podido comprobarlo. —Merry lo miró, y vio que era
el jinete joven que le había llamado la atención esa mañana—. Deseas ir a donde
vaya el señor de la Marca: lo leo en tu rostro.
—Sí —dijo Merry.
—Entonces irás conmigo —dijo el jinete—. Te llevaré en la cruz de mi