Page 909 - El Señor de los Anillos
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los amenazaba en el Sur, la fuerza de Gondor era demasiado débil para intentar
      cualquier acción de guerra, a menos que por ventura llegasen aún los Jinetes de
      Rohan.  Mientras  tanto  no  podían  hacer  nada  más  que  guarnecer  los  muros  y
      esperar.
        —Sin embargo —dijo Denethor—, no convendría abandonar a la ligera las
      defensas  exteriores,  el  Rammas  Echor  edificado  con  tanto  esfuerzo.  Y  el
      enemigo tendrá que pagar caro el cruce del río. No podrá atacar la ciudad ni por
      el norte de Cair Andros a causa de los pantanos, ni por el sur en las cercanías de
      Lebennin, pues allí el río es muy ancho, y necesitaría muchas embarcaciones. Es
      en Osgiliath donde descargará el golpe, como ya lo hizo una vez cuando Boromir
      le cerró el paso.
        —Aquello  no  fue  más  que  una  intentona  —dijo  Faramir—.  Hoy  quizá
      pudiéramos  hacerle  pagar  al  enemigo  diez  veces  nuestras  pérdidas,  y  sin
      embargo ser nosotros los perjudicados. Pues a él no le importaría perder todo un
      ejército pero nosotros no podemos permitirnos la pérdida de una sola compañía.
      Y la retirada de las que enviemos lejos sería peligrosa, en caso de una irrupción
      violenta.
        —¿Y  Cair  Andros?  —dijo  el  príncipe—.  También  Cair  Andros  tendrá  que
      resistir, si vamos a defender Osgiliath. No olvidemos el peligro que nos amenaza
      desde la izquierda. Los Rohirrim pueden venir o no venir. Pero Faramir nos ha
      hablado  de  una  fuerza  formidable  que  avanza  resueltamente  hacia  la  Puerta
      Negra. De ella podrían desmembrarse varios ejércitos y atacar desde distintos
      frentes.
        —Mucho hay que arriesgar en la guerra —dijo Denethor—. Cair Andros está
      guarnecida,  y  no  puedo  enviar  tan  lejos  ni  un  hombre  más.  Pero  el  río  y  el
      Pelennor no los cederé sin combatir… si hay aquí un capitán que aún tenga el
      coraje suficiente para ejecutar la voluntad de su superior.
        Entonces todos guardaron silencio, hasta que al cabo habló Faramir:
        —No me opongo a vuestra voluntad, Señor. Puesto que habéis sido despojado
      de Boromir, iré yo y haré lo que pueda en su lugar… si me lo ordenáis.
        —Te lo ordeno —dijo Denethor.
        —¡Adiós,  entonces!  —dijo  Faramir—.  ¡Pero  si  yo  volviera  un  día,  tened
      mejor opinión de mí!
        —Eso dependerá de cómo regreses —dijo Denethor.
        Fue Gandalf el último en hablar con Faramir antes de que partiera para el
      Este.
        —No sacrifiques tu vida ni por temeridad ni por amargura —le dijo—. Serás
      necesario aquí, para cosas distintas de la guerra. Tu padre te ama, Faramir, y lo
      recordará antes del fin. ¡Adiós!
      Así pues el Señor Faramir había vuelto a marcharse, llevando consigo todos los
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