Page 905 - El Señor de los Anillos
P. 905

todo lo que haces? Tu actitud es humilde en mi presencia; pero hace tiempo ya
      que te has desviado de tu camino y desoyes mis consejos. Has hablado con tacto
      y desenvoltura, como siempre; pero ¿crees que no he visto por ventura que tenías
      los ojos fijos en Mithrandir, tratando de saber si decías lo que era preciso o más
      de lo conveniente? Es él quien se ha adueñado de tu corazón desde hace mucho
      tiempo.
        » Hijo mío, tu padre está viejo, pero aún no chochea. Todavía soy capaz de
      ver y de oír, igual que antes; y poco de cuanto has dicho a medias o callado es un
      secreto  para  mí.  Conozco  la  respuesta  de  muchos  enigmas.  ¡Ay,  ay,  mi  pobre
      Boromir!
        —Si lo que he hecho os desagrada, padre mío —dijo con calma Faramir—,
      hubiera deseado conocer vuestro pensamiento antes que se me impusiera el peso
      de tamaña decisión.
        —¿Acaso eso te habría hecho cambiar de parecer? —dijo Denethor—. Estoy
      seguro  de  que  te  habrías  comportado  de  la  misma  manera.  Te  conozco  bien.
      Siempre quieres parecer noble y generoso como un rey de los tiempos antiguos,
      amable y benévolo. Una actitud que cuadraría tal vez a alguien de elevado linaje,
      si  es  poderoso  y  si  gobierna  en  paz.  Pero  en  los  momentos  desesperados,  la
      benevolencia puede ser recompensada con la muerte.
        —Pues que así sea —dijo Faramir.
        —¡Que  así  sea!  —gritó  Denethor—.  Pero  no  sólo  con  tu  muerte,  Señor
      Faramir: también con la de tu padre, y la de todo tu pueblo, a quien tendrías que
      proteger ahora que Boromir se ha ido.
        —¿Desearías entonces —dijo Faramir— que yo hubiese estado en su lugar?
        —Sí,  lo  desearía,  sin  duda  —dijo  Denethor.  Porque  Boromir  era  leal  para
      conmigo, no el discípulo de un mago. En vez de desperdiciar lo que le ofrecía la
      suerte, hubiera recordado que su padre necesitaba ayuda. Me habría traído un
      regalo poderoso.
        La reserva de Faramir pareció ceder entonces un momento.
        —Os rogaría, padre mío, que recordéis por qué fui yo al Ithilien, y no él. En
      una oportunidad al menos, y no hace de esto mucho tiempo, prevaleció vuestra
      decisión. Fue el Señor de la Ciudad quien le confió a Boromir esa misión.
        —No remuevas la amargura de la copa que yo mismo me he preparado —
      dijo  Denethor—.  ¿Acaso  no  la  he  sentido  ya  muchas  noches  en  la  lengua,
      previendo que lo peor está aún en el fondo? Como ahora lo compruebo por cierto.
      ¡Ojalá no fuera así! ¡Ojalá ese objeto hubiese llegado a mi poder!
        —¡Consuélate!  —dijo  Gandalf—.  En  ningún  caso  te  lo  hubiera  traído
      Boromir. Está muerto, y ha tenido una muerte digna: ¡que descanse en paz! Pero
      te engañas. Boromir habría extendido la mano para tomarlo y ni bien lo hubiera
      tocado, estaría perdido sin remedio. Lo habría guardado para él, y cuando viniera
      aquí, no hubieras reconocido a tu hijo.
   900   901   902   903   904   905   906   907   908   909   910