Page 219 - Dialectica
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Las paradojas

                La paradoja nace de la confrontaci´ on entre este enunciado y el enun-
             ciado impl´ ıcito

                  el autor del enunciado es cretense.


                Se han realizado muchas otras presentaciones de la paradoja, con
             diferentes grados de complejidad, pero en la forma presuntamente ori-
             ginal es donde se encuentra toda la riqueza del problema.
                Comencemos por una afirmaci´ on metodol´ ogica que la mayor´ ıa de
             los l´ ogicos no aceptaran: nada impide que una persona imite a Epime-
             nides y enuncie una frase que conduzca a la misma paradoja. El cere-
             bro de esta persona no estalla ni se bloquea al intentar esta operaci´ on
             presuntamente prohibida, nada ocurre en el mundo material. Aqu´ ı se
             encuentra el verdadero problema que los l´ ogicos omiten. Si el cerebro
             y el universo fueran binarios puros, estos enunciados no se podr´ ıan ha-
             cer, del mismo modo que no se puede caminar por las paredes o burlar
             las leyes de la termodin´ amica. Dicho todo de otra manera, lo verdade-
             ramente sorprendente en la paradoja de Epimenides es que no existe
             ninguna repugnancia, ninguna violencia natural, ninguna imposibili-
             dad f´ ısica en enunciar´ ıa. Cualquier hombre razonable –y hasta un l´ ogi-
             co de profesi´ on– puede entender el enunciado:

                  yo miento


             a pesar de que encierra todo el problema de Epimenides. Es simple-
             mente absurdo suponer que este enunciado cotidiano –los hombres
             mienten frecuentemente y, a veces, lo confiesan– sea imposible. Sola-
             mente una posici´ on idealista radical puede imaginar que el enunciado
             debe ser desterrado de la vida de los hombres por ser imposible para el
             pensamiento. Para la dial´ ectica la paradoja de Epimenides encierra una
             trampa artificial que no ocurre en el mundo real.
                Es frecuente afirmar que la paradoja nace de una confusi´ on de je-
             rarqu´ ıas de enunciados. Desde el momento en que una afirmaci´ on juz-
             ga la validez de otra afirmaci´ on se sostiene que se ha superado un nivel
             y que se ha pasado de la l´ ogica a la meta–l´ ogica. Esta manera f´ acil de
             interpretar las paradojas fue puesta de moda por Russell para escapar
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