Page 23 - Diálogos Psicoanálisis Número 1
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Se desconoce lo inconsciente pero también una parte de lo consciente, aquella parte que no concuerde con la
imagen de completud, todo tiene que ser bonito, armonioso, bueno, lo que signifique ser perfecto. Se aleja lo
más posible de lo que considera caótico, desagradable. Atendiendo a su formación de origen, la cuestión
alienante, al yo no le gusta ver, oír, saber nada que lo saque de su completud. En su tendencia gestáltica a
cerrar y completar, a acomodar para no estar fragmentado, considera que todo es maravilloso, objetivo,
racional.
El niño se reconoce en, y mira jubiloso su imagen especular. Al voltear a ver a la madre nuevamente, este Otro
le confirma que el del espejo es él, pero además esa confirmación se acompaña de un discurso. El discurso y el
deseo de la madre estará representado por el ―tú eres lo que me seguirás‖, es decir, todos los tú eres:
tú eres…obediente, tú eres tranquila, tú eres inteligente; por todos los tú debes: tú debes… comerte todo, tú
debes ser callada, tú debes ser violento; por todos los tú necesitas… tú necesitas taparte, tú necesitas
comer cada cuatro horas, tú necesitas que yo te cuide toda la vida…
El niño convierte este ―tu‖ en ―yo‖ dando paso al yo ideal. Identificarse entonces es identificarse a lo que el Otro
indica, a lo que el Otro desea. A través del Otro se apropia de sí mismo. El Otro es aquel que le devuelve su
imagen. El yo es capturado por el espejo, por el Otro. El yo no es autónomo, depende del Otro. Así, lo que
regresa el espejo manifiesta de qué manera se juegan las imágenes en el yo. Un ejemplo, el niño, se identifica
con otro niño, como si fuera él mismo. Si otro niño se cae, él llora, si otro niño llora, él llora; si otro niño quiere
un juguete, él también lo quiere, quiere el mismo juguete. Estas situaciones indican un asunto de transitivi-
dad, en donde hay una especie de confusión entre el sí mismo y el otro, no hay separación. Otro ejemplo, si-
tuado en el lado extremo de la vida. La persona que al llegar a la vejez se mira al espejo y éste le devuelve, ahora
sí, una imagen cada vez menos linda, más débil, tal vez enferma, deteriorada, que la lleva a la incompletud.
Situación que si no es mediatizada por lo simbólico puede desencadenar situaciones críticas, como agresión y
estados depresivos (depresión menopáusica), entre otros. El yo ideal no desaparece, sigue operando en la vida.
El lenguaje en Lacan no sólo implica lo simbólico del significante, sino las dimensiones de lo real y lo
imaginario. Esta tercia, actuante en todo momento entreverada, delimita el discurso de la madre en cuanto al
yo del infante. El significante proviene del Otro. ¿Qué me quiere el Otro (la madre)? La mirada del Otro
estructura y unifica. Al emerger el yo, emerge el no-yo, y emerge el Otro, emerge la diferencia. Emerge el lugar
(Otro) que permite tener una relación simbólica y que
posibilita salir del atrapamiento narcisista.
En la relación con el Otro, el sujeto necesita de-
mandar algo y ser demandado. Demanda ser demanda-
do. No se trata de qué deseo yo, como podría pensarse,
sino de qué me desea el Otro, y qué interpreto que me
demanda. Esa interpretación se da a través del
fantasma. Hay un deseo de saber qué desea el Otro, qué
me quiere, qué me demanda. La demanda implica que el
Otro me desee y viceversa, el otro me demanda que yo
lo desee. Continuamente el deseo del Otro mediatiza, y
se rivaliza con los objetos del deseo del Otro o más aún
con el mismo deseo del Otro.
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