Page 149 - Dune
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amigos… soldados que hace tiempo no habéis pasado revista. Cuando vuestro tiempo
termine con su última mueca de sonrisa, dejad pasar el espejismo de la fortuna».
El Duque arrastró su voz hasta apagarla en la última estrofa, y engulló un buen
sorbo de su jarra, dejándola después violentamente sobre la mesa. El agua saltó y
salpicó el mantel.
Los otros bebieron en un embarazado silencio.
El Duque tomó de nuevo su jarra, y esta vez derramó la mitad de su contenido en
el suelo, sabiendo que los demás tendrían que hacer lo mismo.
Jessica fue la primera en seguir su ejemplo.
Hubo un instante de inmovilidad en el tiempo, antes de que los demás
comenzaran a vaciar sus jarras. Jessica vio que Paul, sentado al lado de su padre,
estaba estudiando las reacciones a su alrededor. Ella misma se sintió fascinada por lo
que revelaban las reacciones de los invitados… principalmente las mujeres. Aquello
era agua limpia, potable, no ya una toalla empapada. La reluctancia en arrojarla se
descubría en el temblor de las manos, en sus tardías reacciones, en las risitas
nerviosas… y en la violenta pero necesaria obediencia. Una mujer dejó caer su jarra
al suelo, y volvió la vista hacia otro lado cuando su compañero masculino se la
recogió.
Kynes, sin embargo, fue quien más atrajo su atención. El planetólogo vaciló,
luego vació su jarra en un recipiente disimulado bajo su chaqueta. Sonrió a Jessica al
darse cuenta de que ella le estaba mirando, y levantó la jarra vacía hacia ella, en un
mudo brindis. No pareció en absoluto azorado por su acción.
La música de Halleck seguía flotando por la sala, pero ya no en clave menor, sino
cadenciosa y alegre, como si Gurney intentara levantar los ánimos.
—Que empiece la comida —dijo el Duque, y se sentó.
Está furioso e indeciso, pensó Jessica. La pérdida de aquel tractor le ha afectado
más profundamente de lo que debiera. Hay algo más en aquella pérdida. Actúa como
un hombre desesperado. Tomó su tenedor, esperando ocultar con aquel gesto su
repentina amargura. ¿Y por qué no? Está desesperado.
Lentamente al principio, después con creciente animación, la cena prosiguió. El
fabricante de destiltrajes cumplimentó a Jessica por la comida y el vino.
—Ambos son importados de Caladan —dijo ella.
—¡Soberbio! —dijo él, probando el chukka—. ¡Simplemente soberbio! Y ni una
gota de melange en él. Uno termina aburriéndose de encontrar especia en todos lados.
El representante del Banco de la Cofradía se dirigió a Kynes.
—Según tengo entendido, doctor Kynes, se perdió otro tractor a causa de un
gusano.
—Las noticias viajan aprisa —dijo el Duque.
—¿Así que es cierto? —preguntó el banquero, dirigiendo su atención a Leto.
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