Page 145 - Dune
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ser la amenaza que había usado Bewt con los Harkonnen.
—Mi Señor el Duque y yo tenemos otros planes para nuestro invernadero —dijo
Jessica. Sonrió a Leto—. Pensamos conservarlo, es cierto, pero tan sólo en nombre
del pueblo de Arrakis. Nuestro sueño es conseguir que un día el clima de Arrakis
pueda ser cambiado lo suficiente como para permitir que plantas como esas crezcan
por todas partes, a cielo abierto.
¡Bendita sea!, pensó Leto. Veamos como engulle esto nuestro transportista de
agua.
—Vuestro interés por el agua y el control climático es obvio —dijo el Duque—.
Os aconsejo diversificar vuestros intereses. Llegará un día en que el agua ya no será
un bien tan precioso en Arrakis.
Y pensó: Hawat debe redoblar sus esfuerzos para infiltrarse en esa organización
de Bewt. Y debemos redoblar inmediatamente la vigilancia sobre las fuentes de agua.
¡Nadie puede sostener una tal amenaza sobre mi cabeza!
Bewt asintió, sin dejar de sonreír.
—Un hermoso sueño, mi Señor —y dio un paso hacia atrás.
Leto vio entonces la expresión del rostro de Kynes. El hombre estaba
contemplando a Jessica. Su semblante estaba transfigurado… como un hombre
enamorado… o presa de un trance religioso.
Los pensamientos de Kynes estaban ocupados totalmente en aquel momento por
las palabras de la profecía: «Y compartirán con vosotros vuestro sueño más
precioso». Habló directamente a Jessica:
—¿Pensáis tomar el camino más corto?
—¡Ah, doctor Kynes! —dijo el transportista de agua—. Habéis venido,
abandonado vuestras miserables hordas Fremen. Muy gentil por vuestra parte.
Kynes posó en Bewt una mirada inescrutable.
—En el desierto —replicó— se dice que la posesión de agua en grandes
cantidades lleva al hombre a fatales consecuencias.
—Hay muchos dichos extraños en el desierto —dijo Bewt, pero su voz
traicionaba su turbación.
Jessica se acercó a Leto, deslizó su mano bajo el brazo del hombre, intentando
calmarse por un momento. Kynes había dicho:
«… el camino más corto». En la antigua lengua, estas palabras podían ser
traducidas como «Kwisatz Haderach». La extraña pregunta del planetólogo había
pasado inadvertida para los demás, y ahora Kynes se inclinaba hacia una de las
mujeres del grupo, prestando oídos a alguna coquetería murmurada en voz baja.
Kwisatz Haderach, pensó Jessica. ¿Acaso la Missionaria Protectiva había
implantado también aquí la leyenda? Ante este pensamiento sintió avivarse las
secretas esperanzas que alimentaba con respecto a Paul. Podría ser el Kwisatz
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