Page 146 - Dune
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Haderach. Podría serlo.
El representante del Banco de la Cofradía hablaba con el transportista de agua, y
la voz de Bewt resonó por un instante sobre el murmullo de las conversaciones:
—Mucha gente ha intentado modificar Arrakis.
El Duque observó hasta qué punto aquellas palabras alteraron a Kynes, que se
irguió y abandonó bruscamente a la dama y su frívola conversación.
En el repentino silencio, un soldado de la casa con uniforme de lacayo carraspeó
y dijo, mirando a Leto:
—La cena está servida, mi Señor.
El Duque miró interrogativamente a Jessica.
—La costumbre aquí es que los anfitriones sigan a sus invitados hacia la mesa —
dijo ella con una sonrisa—. ¿Cambiamos también eso, mi Señor?
—Me parece una buena costumbre —respondió él fríamente—. La dejaremos por
el momento.
La ilusión de que sospecho de ella por traición debe ser mantenida, pensó.
Observó como los invitados desfilaban ante él. ¿Quién entre vosotros cree en tal
mentira?
Jessica advirtió su distanciamiento y, una vez más, se preguntó la razón, como
había hecho tantas veces aquella última semana. Actúa como un hombre en lucha
consigo mismo, pensó. ¿Es acaso porque he organizado esta velada demasiado
pronto? Sin embargo, sabe muy bien la importancia que tiene el que comencemos a
mezclar nuestros oficiales y nuestros hombres con los notables del planeta. Somos en
cierto modo el padre y la madre de todos ellos. Nada impresiona más que estas
formas de reunión social.
Leto, observando a los huéspedes que pasaban por su lado, recordó las palabras
que había pronunciado Thufir Hawat cuando se enteró del asunto: «¡Señor! ¡Lo
prohíbo!».
Una amarga sonrisa apareció en el rostro del Duque. Vaya escena había sido. Y
cuando el Duque se mostró inamovible con respecto a la celebración de aquella cena,
Hawat había agitado largamente la cabeza.
—Tengo un mal presentimiento al respecto, mi Señor —había dicho—. Las cosas
se mueven demasiado aprisa en Arrakis. Este no es el modo de actuar de los
Harkonnen. No lo es en absoluto.
Paul pasó junto a su padre, escoltando a una joven media cabeza más alta que él.
Lanzó una gélida mirada a su padre, asintiendo a algo que la muchacha le había
dicho.
—Su padre fabrica destiltrajes —dijo Jessica—. He oído decir que sólo un loco
aceptaría aventurarse en el desierto con uno de sus trajes.
—¿Quién es el hombre de la cicatriz en el rostro que está delante de Paul? —
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