Page 151 - Dune
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Atreides?,  se  preguntó  a  sí  misma.  La  idea  la  trastornó,  y  disimuló  su  emoción
           encargando un nuevo plato, mientras dedicaba toda su atención al hombre, esperando
           que traicionara sus intenciones. Va a llevar la conversación a temas aparentemente

           banales, pero con implicaciones amenazadoras, se dijo. Ese es su esquema de acción.
               El banquero tragó un bocado, lo regó con vino y sonrió a algo que había dicho la
           mujer de su derecha. Pareció interesarse por un momento en un hombre sentado al

           otro extremo de la mesa, que le estaba explicando al Duque que las plantas nativas de
           Arrakeen no tenían espinas.
               —Me  gusta  estudiar  el  vuelo  de  los  pájaros  en  Arrakis  —dijo  el  banquero,

           dirigiéndose  a  Jessica—.  Todos  nuestros  pájaros,  por  supuesto,  son  carroñeros,  y
           muchos pueden vivir sin agua porque son bebedores de sangre.
               La hija del fabricante de destiltrajes, sentada entre Paul y su padre al otro extremo

           de la mesa, hizo una mueca con su hermosa cara y frunció el ceño.
               —Oh, Suu-Suu, decís las cosas más disgustantes —exclamó.

               El banquero sonrió.
               —Me  llaman  Suu-Suu  porque  soy  el  consejero  de  finanzas  del  Sindicato  de
           Vendedores  Ambulantes  de  Agua  —y,  como  Jessica  continuaba  mirándole  en
           silencio,  añadió—:  Porque  este  es  el  grito  de  los  vendedores  de  agua:  «¡Suu-Suu-

           Suuk!» —e imitó la llamada con tanta perfección que muchos alrededor de la mesa se
           echaron a reír.

               Jessica percibió la jactancia en su tono de voz, pero notó también que la joven
           había  intervenido  como  obedeciendo  a  una  señal,  algo  convenido  para  dar  pie  al
           banquero a decir lo que había dicho. Miró a Lingar Bewt. El magnate del agua estaba
           ceñudo,  concentrado  en  su  comida.  Y  Jessica  se  dio  cuenta  de  que  en  realidad  el

           banquero había dicho: «Yo también controlo la última fuente de poder en Arrakis…
           el agua».

               Paul había notado la falsedad en la voz de su compañera de mesa, y observó que
           su madre seguía la conversación con una intensidad Bene Gesserit.
               Impulsivamente,  decidió  contraatacar,  acorralar  al  adversario.  Se  dirigió  al
           banquero.

               —¿Queréis decir acaso, señor, que todos esos pájaros son caníbales?
               —Esa es una extraña pregunta, joven amo —dijo el banquero—. He dicho tan

           sólo que esos pájaros beben sangre. No es necesario que sea la sangre de los de su
           propia clase, ¿no es cierto?
               —Mi pregunta no era extraña —dijo Paul, y Jessica notó la cortante agudeza de

           su réplica, fruto de su adiestramiento—. Casi todas las personas instruidas saben que
           para un organismo joven la máxima competencia procede de los seres de su propia
           especie —deliberadamente, clavó el tenedor en un bocado del plato de su compañera

           y lo introdujo en su boca—. Comen del mismo plato. Sus necesidades son idénticas.




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