Page 152 - Dune
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El banquero se envaró y miró ceñudamente al Duque.
—No cometáis el error de considerar a mi hijo como un niño —dijo el Duque. Y
sonrió.
Jessica recorrió la mesa con la vista, observando que Bewt estaba algo más
alegre, y que Kynes y el contrabandista, Tuek, sonreían.
—Hay una ley ecológica —dijo Kynes— que el joven amo parece haber
comprendido muy bien. La lucha entre los distintos elementos de la vida y la lucha
por la energía libre de un sistema. La sangre es una fuente de energía muy eficiente.
El banquero depositó su tenedor y cuando habló, lo hizo en tono irritado.
—Se dice que la escoria Fremen bebe sangre de sus muertos.
Kynes agitó la cabeza y dijo, en tono doctoral:
—No la sangre, señor. Pero toda el agua de un hombre, en último término,
pertenece a su pueblo… a su tribu. Es una necesidad cuando se vive al borde de la
Gran Llanura. Allí toda agua es preciosa, y el cuerpo humano está compuesto por un
setenta por ciento de su peso en agua. Un hombre muerto, con toda seguridad, ya no
la necesita.
El banquero posó sus manos sobre la mesa, a uno y otro lado del plato, y Jessica
pensó que iba a echar la silla hacia atrás y levantarse para irse, en un gesto de rabia.
Kynes miró a Jessica.
—Perdonad, mi Dama, por hablar de un tema tan desagradable en la mesa, pero
se había dicho una falsedad y era necesario aclarar las cosas.
—Habéis permanecido tanto tiempo con los Fremen que habéis perdido toda
sensibilidad —graznó el banquero.
Kynes le observó tranquilamente, estudiando su rostro pálido y tembloroso.
—¿Estáis desafiándome, señor?
El banquero se envaró. Tragó saliva, y dijo apresuradamente:
—Por supuesto que no. Jamás me permitiría insultar así a nuestros anfitriones.
Jessica captó el miedo en la voz del hombre, lo leyó en su rostro, en su
respiración, en el latir de una vena en su sien. ¡El hombre se sentía aterrorizado por
Kynes!
—Nuestros anfitriones son enteramente capaces de decidir por sí mismos cuándo
son insultados —dijo Kynes—. Son gente valerosa que sabe cuándo hay que defender
el honor. Todos somos testigos de su valentía por el solo hecho de que están aquí…
ahora… en Arrakis.
Jessica vio que Leto estaba saboreando aquel instante. La mayoría de los demás,
no. La gente, en torno a la mesa, parecía dispuesta a salir huyendo, con las manos
ocultas bajo la mesa. Las únicas notables excepciones eran Bewt, que sonreía
abiertamente ante la incómoda posición del banquero, y el contrabandista, Tuek, que
parecía estudiar a Kynes en espera de su reacción. Jessica observó que Paul miraba a
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