Page 184 - Dune
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Paul entreabrió de nuevo rápidamente sus párpados para inspeccionar el rostro de
           su madre. No parecía herida. Pero estaba amordazada.
               Se  preguntó  quién  la  habría  capturado.  En  cuanto  a  él,  la  cosa  estaba

           perfectamente clara… se había ido a la cama después de tomar una pastilla prescrita
           por  Yueh,  para  despertarse  atado  en  aquella  litera.  ¿Quizá  había  ocurrido  algo
           parecido con su madre? La lógica le decía que el traidor era Yueh, pero aún no podía

           pronunciarse definitivamente sobre aquel punto. No podía comprenderlo… un doctor
           Suk, un traidor.
               La  litera  se  inclinó  ligeramente  mientras  los  soldados  Harkonnen  maniobraban

           para franquear una puerta que conducía a la noche estrellada. Una boya suspensora
           raspó contra el quicio. Después estuvieron sobre la arena, que chirrió bajo sus pasos.
           El  ala  de  un  tóptero  apareció  ante  ellos,  bloqueando  las  estrellas.  La  litera  fue

           depositada en el suelo.
               Los ojos de Paul se adaptaron a la débil claridad. Reconoció al soldado como al

           hombre  que  abría  la  puerta  del  tóptero  y  se  inclinaba  hacia  la  débil  iluminación
           verdosa del tablero de sus instrumentos.
               —¿Es este el tóptero que se supone debemos utilizar? —preguntó, volviéndose
           para observar los labios de sus compañeros.

               —El traidor ha dicho que era uno de los que estaban preparados para el desierto
           —dijo otro.

               Caracortada asintió.
               —Pero es uno de los utilizados para distancias cortas. No hay espacio más que
           para dos ahí dentro.
               —Dos  son  suficientes  —dijo  el  que  llevaba  la  litera,  acercándose  al  sordo  y

           poniéndose  frente  a  él  para  que  pudiera  leer  sus  labios—.  Nosotros  podemos
           encargarnos de ellos a partir de ahora, Kinet.

               —El  Barón  me  dijo  que  me  asegurara  de  lo  que  les  ocurría  a  esos  dos  —dijo
           Caracortada.
               —Ella es una bruja Bene Gesserit —dijo el sordo—. Tiene poderes.
               —Ahhh… —el hombre hizo una seña a su compañero, señalándose la oreja—.

           Una de esas, ¿eh? Ya veo lo que quieres decir.
               El otro soldado, tras él, gruñó.

               —Muy  pronto  servirá  de  comida  a  los  gusanos.  No  creo  que  una  bruja  Bene
           Gesserit  tenga  poderes  sobre  uno  de  esos  gordos  gusanos,  ¿eh,  Czigo?  —dio  un
           codazo a su compañero.

               —Ajá  —dijo  éste.  Volvió  a  la  litera  y  cogió  a  Jessica  por  los  hombros—.
           Adelante, Kinet. Puedes venir si lo que deseas es ver cómo termina esto.
               —Muy gentil por tu parte el invitarme, Czigo —dijo Caracortada.

               Jessica  se  sintió  levantar,  la  sombra  del  ala  giró  a  un  lado,  dejando  ver  las




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