Page 186 - Dune
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modos podría funcionar.
Siguieron volando en silencio.
Esos pobres idiotas, pensó Jessica, estudiando a sus guardias y evocando las
palabras del Barón. Serán asesinados apenas terminen de informar del éxito de su
misión. El Barón no quiere testigos.
El tóptero sobrevoló las crestas de la Muralla Escudo, y Jessica distinguió debajo
de ellos una extensión de arena dibujada por las sombras de la luna.
—Debemos estar ya bastante lejos —dijo el piloto—. El traidor dijo que los
depositáramos en la arena en cualquier lugar cerca de la Muralla Escudo. —Inclinó el
aparato en su largo descenso hacia las dunas, y después lo detuvo en su vertical.
Jessica vio que Paul iniciaba sus ejercicios respiratorios para recuperar el dominio
de sí mismo. Cerró sus ojos, los volvió a abrir. Jessica le miró, impotente para
ayudarle. Todavía no tiene el pleno dominio de la Voz, pensó. Si fracasa…
El tóptero tocó la arena con una blanda vibración, y Jessica, mirando hacia el
norte, hacia la Muralla Escudo, vio una sombra alada que se posaba más allá, fuera de
su vista.
¡Alguien nos sigue!, pensó. ¿Quién? Y luego: Los que ha enviado el Barón para
vigilar a estos dos. Y a su vez habrá otros para vigilar a los que vigilan.
Czigo paró los rotores de las alas. El silencio flotó sobre ellos. Jessica volvió la
cabeza. En el exterior, más allá de Caracortada, la débil luz de la luna bañada una
cresta rocosa color de hielo clavada en las arenosas dunas.
Paul carraspeó.
—¿Y ahora, Kinet? —preguntó el piloto.
—No sé, Czigo.
—¡Ahhh, mira! —dijo Czigo, volviéndose. Avanzó su mano hacia la falda de
Jessica.
—Suéltale la mordaza —ordenó Paul.
Jessica sintió las palabras rodar por el aire. El tono, el excelente timbre…
imperativo, cortante. Un poco menos agudo hubiera sido aún mejor, pero de todos
modos había alcanzado el espectro auditivo del hombre.
Czigo dirigió su mano hacia la banda alrededor de la boca de Jessica y comenzó a
soltarla.
—¡Deja esto! —ordenó Kinet.
—¡Oh, cierra el pico! —dijo Czigo—. Tiene las manos atadas.
—Deshizo el nudo, y la banda cayó al suelo. Sus ojos relucían mientras
examinaba a Jessica.
Kinet puso una mano en el brazo del piloto.
—Mira, Czigo, no necesitamos…
Jessica volvió la cabeza y escupió la mordaza. Habló en voz muy baja, en un tono
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