Page 190 - Dune
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—¿No lo atáis? —aventuró Yueh.
               —¿Cuánto tiempo permanecerá inconsciente?
               —Aproximadamente dos horas. No he sido tan preciso en su dosificación como

           en las de la mujer y el chico.
               El Sardaukar removió al Duque con un pie.
               —No  hay  nada  que  temer  de  él,  ni  siquiera  cuando  se  despierte.  ¿Cuándo  se

           despertarán la mujer y el chico?
               —Dentro de diez minutos.
               —¿Tan pronto?

               —Se me dijo que el Barón llegaría inmediatamente detrás de sus hombres.
               —Llegará. Espera fuera, Yueh —le miró duramente—. ¡Ya!
               Yueh miró a Leto.

               —Pero, y…
               —Será enviado al Barón propiamente atado, como un asado a punto de ser metido

           en el horno —el Sardaukar miró de nuevo el tatuaje diamantino de la frente de Yueh
           —. Eres conocido: estarás seguro en el recinto. Pero no tenemos tiempo para charlar.
           Oigo que los demás están llegando.
               Traidor, pensó Yueh. Bajó los ojos y se apresuró delante del Sardaukar, sabiendo

           que este era tan sólo el principio y que así le conocería siempre la historia: Yueh, el
           traidor.

               Cruzó por encima de varios cuerpos antes de alcanzar la entrada principal, y los
           examinó temiendo que alguno de ellos pudiera ser el de Paul o Jessica. Eran todos
           soldados de la casa o llevaban el uniforme Harkonnen.
               Los guardias Harkonnen le apuntaron con sus armas cuando salió por la puerta

           principal  a  la  noche  iluminada  por  las  llamas.  Las  palmeras  a  lo  largo  de  la  calle
           habían  sido  incendiadas  para  iluminar  la  casa.  El  negro  humo  de  las  sustancias

           inflamables usadas para prender los árboles reptaba entre las llamas anaranjadas.
               —Es el traidor —dijo alguien.
               —El Barón querrá verte muy pronto —dijo otro.
               Debo alcanzar el tóptero, pensó Yueh. Debo esconder el sello ducal en un lugar

           donde Paul pueda encontrarlo. El terror contrajo sus vísceras. Si Idaho sospecha de
           mí o se impacienta… si no espera y se dirige al sitio exacto que le he indicado…

           Jessica y Paul no escaparán de la carnicería. Le será negado a mi acto incluso el
           más pequeño alivio.
               Uno de los guardias Harkonnen le sujetó del brazo y dijo:

               —Espera ahí, fuera del paso.
               Bruscamente, Yueh se sintió perdido en aquel lugar de destrucción, sin que nada
           le  fuera  perdonado,  sin  que  le  fuera  concedida  la  menor  piedad.  ¡Idaho  no  puede

           fallar!




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