Page 187 - Dune
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íntimo.
—¡Caballeros! No necesitan pelear por mí —se movió al mismo tiempo,
contoneándose sensualmente en beneficio de Kinet.
Vio que la tensión entre ambos aumentaba, y supo que en aquel instante estaban
convencidos de la necesidad de pelear para obtenerla. Su desacuerdo no necesitaba
otras razones. En sus mentes ya peleaban por obtenerla.
Levantó su cabeza a la luz de los instrumentos para estar segura de que Kinet
podría leer sus labios.
—No deben estar en desacuerdo —se apartaron el uno del otro, mirándose
suspicazmente—. ¿Vale la pena pelearse por una mujer?
Por el sólo hecho de hablar, de estar allí, era ya la causa viviente de su pelea.
Paul apretó los labios, obligándose a permanecer en silencio. Había utilizado su
única oportunidad de servirse de la Voz. Ahora… todo dependía de su madre, cuya
experiencia era mucho mayor que la suya.
—Sí —dijo Caracortada—. No hay necesidad de pelear por… Su mano salió
disparada al cuello del piloto. El golpe fue detenido por un chasquido metálico que
interceptó el brazo y prosiguió su movimiento hasta golpear violentamente el pecho
de Kinet.
Caracortada gruñó sofocadamente y se derrumbó contra la portezuela.
—¿Me creías tan estúpido como para no conocer este truco? —dijo Czigo.
Levantó la mano, y la hoja de un puñal destelló reflejada por la luna.
—Ahora el cachorro —dijo, y se volvió hacia Paul.
—No es necesario —murmuró Jessica.
Czigo vaciló.
—¿No preferirías verme cooperar? —preguntó Jessica—. Dale una oportunidad
al muchacho. —Sus labios se curvaron en una sonrisa—. No tendrá muchas ahí
afuera, en la arena. Dale sólo esto y… —sonrió de nuevo—. Descubrirás algo que
valdrá la pena.
Czigo miró a izquierda, a derecha, luego volvió su atención a Jessica.
—He oído lo que puede ocurrirle a un hombre en el desierto —dijo—. El chico
tal vez prefiera el puñal.
—¿Acaso es demasiado lo que pido? —imploró Jessica.
—¿Estás intentando engañarme? —murmuró Czigo.
—No quiero ver morir a mi hijo —dijo Jessica—. ¿Es eso un engaño?
Czigo se levantó y soltó el seguro de la portezuela. Luego aferró a Paul, lo
arrastró hasta su asiento, lo empujó a medias por el hueco de la portezuela y le apuntó
con el cuchillo.
—¿Qué harás, cachorro, si corto tus cuerdas?
—Se alejará inmediatamente hacia aquellas rocas —dijo Jessica.
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