Page 195 - Dune
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—El Duque Leto Atreides apareció en el umbral. Sus brazos estaban atados con
cadenas, su rostro de águila manchado de polvo. Su uniforme estaba desgarrado allá
donde alguien había arrancado su insignia. Otros desgarrones en su cintura indicaban
los lugares donde había estado fijado al uniforme su cinturón escudo. Los ojos del
Duque eran vidriosos, su mirada la de un loco.
—Y bien… —dijo el Barón. Vaciló, inspiró profundamente. Se dio cuenta de que
había hablado con una voz demasiado alta. Aquel momento, tanto tiempo esperado,
había perdido algo de su sabor.
¡Maldito sea ese doctor por toda la eternidad!
—Creo que nuestro buen Duque está drogado —dijo Piter—. Así es como Yueh
nos lo ha enviado. —Se volvió hacia el Duque—. ¿Estáis drogado, mi querido
Duque?
La voz era muy lejana. Leto podía sentir las cadenas, el dolor en los músculos,
sus labios cortados, sus ardientes mejillas, el áspero sabor de la sed que resonaba
como un desafío en su boca. Pero los sonidos le llegaban blandos, como a través de
una espesa capa de algodón. Y sólo podía distinguir formas inciertas a través de esta
capa.
—¿Y la mujer y el chico, Piter? —preguntó el Barón—. ¿Todavía no se sabe
nada?
La lengua de Piter recorrió sus labios.
—¡Tú sabes algo! —restalló el Barón—. ¿Qué es?
Piter miró al capitán de la guardia, luego al Barón.
—Los hombres que fueron encargados del trabajo, mi Señor… han sido… esto…
bueno… encontrados.
—Bien, ¿su informe ha sido enteramente satisfactorio?
—Han muerto, mi Señor.
—¡Por supuesto que han muerto! Lo que quiero saber es…
—Estaban muertos cuando los encontramos, mi Señor.
El rostro del Barón se puso lívido.
—¿Y la mujer y el chico?
—Ningún rastro, mi Señor; pero había un gusano. Llegó en el momento en que
estábamos inspeccionando la zona. Quizá todo haya ocurrido como esperábamos…
un accidente. Es posible que…
—No podemos confiar en las posibilidades, Piter. ¿Qué ha ocurrido con el tóptero
desaparecido? ¿Esto no sugiere nada a mi Mentat?
—Obviamente uno de los hombres del Duque ha escapado con él, mi Señor. Ha
matado a nuestro piloto y ha huido.
—¿Cuál de los hombres del Duque?
—Ha sido una muerte limpia y silenciosa, mi Señor. Hawat quizá, o ese Halleck.
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